Martes, Diciembre 10, 2024

La revolución tecnológica que viene para el transporte urbano

EL MERCURIO – Las ciudades del mundo están ad portas del inicio de una revolución en sus sistemas de transporte. Los denominados vehículos ACEC (autónomos, conectados, eléctricos y compartidos) prometen cambiar la lógica con que el transporte urbano opera.

Llegará un momento en que los vehículos de superficie se moverían sin conductor y en permanente coordinación con otros vehículos, equipos e infraestructura, aumentando la eficiencia del tránsito, y exigiendo que la ciudad completa opere bajo un “sistema operativo” que permita esta comunicación. Este proceso permitirá también promover alternativas más sustentables y eficientes al auto.

Al respecto, los profesores del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable, CEDEUS, de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Juan Carlos Muñoz y Sebastián Raveau, creen que ya que el auto genera externalidades (como contaminación, congestión o accidentes) y consume recursos importantes, hay la posibilidad de pensar en alternativas.

“Al pensar en las alternativas, el transporte público de superficie juega un rol indiscutible. Para que este sea atractivo, el viaje debe ofrecer cuatro características fundamentales: ser rápido, tener corta espera, ser de alta capacidad de transporte y confiable”, señala Juan Carlos Muñoz.
Sebastián Raveau complementa que “para esto las principales acciones que se deben tomar son, respectivamente, aumentar la velocidad, aumentar la frecuencia, aumentar la capacidad y regularizar los intervalos entre vehículos sucesivos”.

Explica que “aumentar la velocidad del transporte público no solo permite realizar viajes en menor tiempo, sino que también disminuye el tiempo del ciclo de operación de los vehículos. Con ello se aumenta la frecuencia ofrecida y la capacidad entregada con una flota fija. Es decir, aumentar la velocidad de un servicio permite reducir el tiempo de viaje, la espera y mejorar la comodidad del viaje. También aumenta la productividad de cada vehículo”.

Pero mejorar el nivel de servicio exige mejorar también la confiabilidad. “Esta se expresa en la estabilidad del nivel de servicio que experimenta un usuario que hace un viaje en forma reiterativa. La etapa del viaje más vulnerable a esta variabilidad es la espera. Para mitigarla, es fundamental que los intervalos entre buses sean lo más regulares que sea posible. Esto permite también reducir los tiempos de espera y mejorar la comodidad del viaje”, puntualiza Juan Carlos Muñoz.

Si bien el primer foco de los ACEC ha estado en los automóviles, los académicos sostienen que los buses se volverán también autónomos y conectados. “Cuando esto ocurra será más sencillo proveer y fiscalizar vías segregadas para buses y ofrecer prioridad activa en semáforos. Esto permitirá aumentar su velocidad e implementar estrategias que aumenten la regularidad del servicio. Esta automatización permitirá también una conducción más eficiente y suave y protagonizar menos accidentes”, agrega Sebastián Raveau.

Algunos elementos de este escenario futurista están cerca de ser una realidad. “Actualmente existen apps que nos permiten conocer la posición de los buses en tiempo real, reduciendo la ansiedad del viaje”, indican los investigadores.

Por lo mismo, “es posible imaginar que a través de sus teléfonos los usuarios puedan también incidir en el recorrido del servicio o los puntos de detención, o permitir a los proveedores de servicios coordinar sus movimientos para agilizar los trasbordos de los usuarios. Así, especialmente en zonas de baja densidad, la oferta de transporte público responderá en forma más dinámica a los requerimientos de la demanda”.

Finalmente, ambos académicos creen que “las ciudades se enfrentarán a la oportunidad histórica y única de ajustar su lógica de favorecer el uso del auto, con la que han sido construidas”, indica Raveau.

Y Juan Carlos Muñoz termina señalando que “este cambio de dirección exigirá autoridades fuertes que sean capaces de enfrentar y a la vez atraer al gran número de influyentes automovilistas. Es esperanzador ver líderes de importantes ciudades europeas impulsando un futuro que dificulta el uso del auto en amplias zonas urbanas. Las autoridades nacionales enfrentan disyuntivas similares. Esperamos que sigan el mismo camino”.

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Fuente: El Mercurio, Jueves 15 de marzo de 2018

EL MERCURIO – Las ciudades del mundo están ad portas del inicio de una revolución en sus sistemas de transporte. Los denominados vehículos ACEC (autónomos, conectados, eléctricos y compartidos) prometen cambiar la lógica con que el transporte urbano opera.

Llegará un momento en que los vehículos de superficie se moverían sin conductor y en permanente coordinación con otros vehículos, equipos e infraestructura, aumentando la eficiencia del tránsito, y exigiendo que la ciudad completa opere bajo un “sistema operativo” que permita esta comunicación. Este proceso permitirá también promover alternativas más sustentables y eficientes al auto.

Al respecto, los profesores del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable, CEDEUS, de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Juan Carlos Muñoz y Sebastián Raveau, creen que ya que el auto genera externalidades (como contaminación, congestión o accidentes) y consume recursos importantes, hay la posibilidad de pensar en alternativas.

“Al pensar en las alternativas, el transporte público de superficie juega un rol indiscutible. Para que este sea atractivo, el viaje debe ofrecer cuatro características fundamentales: ser rápido, tener corta espera, ser de alta capacidad de transporte y confiable”, señala Juan Carlos Muñoz.
Sebastián Raveau complementa que “para esto las principales acciones que se deben tomar son, respectivamente, aumentar la velocidad, aumentar la frecuencia, aumentar la capacidad y regularizar los intervalos entre vehículos sucesivos”.

Explica que “aumentar la velocidad del transporte público no solo permite realizar viajes en menor tiempo, sino que también disminuye el tiempo del ciclo de operación de los vehículos. Con ello se aumenta la frecuencia ofrecida y la capacidad entregada con una flota fija. Es decir, aumentar la velocidad de un servicio permite reducir el tiempo de viaje, la espera y mejorar la comodidad del viaje. También aumenta la productividad de cada vehículo”.

Pero mejorar el nivel de servicio exige mejorar también la confiabilidad. “Esta se expresa en la estabilidad del nivel de servicio que experimenta un usuario que hace un viaje en forma reiterativa. La etapa del viaje más vulnerable a esta variabilidad es la espera. Para mitigarla, es fundamental que los intervalos entre buses sean lo más regulares que sea posible. Esto permite también reducir los tiempos de espera y mejorar la comodidad del viaje”, puntualiza Juan Carlos Muñoz.

Si bien el primer foco de los ACEC ha estado en los automóviles, los académicos sostienen que los buses se volverán también autónomos y conectados. “Cuando esto ocurra será más sencillo proveer y fiscalizar vías segregadas para buses y ofrecer prioridad activa en semáforos. Esto permitirá aumentar su velocidad e implementar estrategias que aumenten la regularidad del servicio. Esta automatización permitirá también una conducción más eficiente y suave y protagonizar menos accidentes”, agrega Sebastián Raveau.

Algunos elementos de este escenario futurista están cerca de ser una realidad. “Actualmente existen apps que nos permiten conocer la posición de los buses en tiempo real, reduciendo la ansiedad del viaje”, indican los investigadores.

Por lo mismo, “es posible imaginar que a través de sus teléfonos los usuarios puedan también incidir en el recorrido del servicio o los puntos de detención, o permitir a los proveedores de servicios coordinar sus movimientos para agilizar los trasbordos de los usuarios. Así, especialmente en zonas de baja densidad, la oferta de transporte público responderá en forma más dinámica a los requerimientos de la demanda”.

Finalmente, ambos académicos creen que “las ciudades se enfrentarán a la oportunidad histórica y única de ajustar su lógica de favorecer el uso del auto, con la que han sido construidas”, indica Raveau.

Y Juan Carlos Muñoz termina señalando que “este cambio de dirección exigirá autoridades fuertes que sean capaces de enfrentar y a la vez atraer al gran número de influyentes automovilistas. Es esperanzador ver líderes de importantes ciudades europeas impulsando un futuro que dificulta el uso del auto en amplias zonas urbanas. Las autoridades nacionales enfrentan disyuntivas similares. Esperamos que sigan el mismo camino”.

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Fuente: El Mercurio, Jueves 15 de marzo de 2018

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