Viernes, Abril 26, 2024

El tesoro perdido del Hospital Salvador, por Iván Poduje

LA TERCERA – Con un sistema sanitario a punto de colapsar, el retraso en la entrega del nuevo Hospital Salvador es una tragedia que no ha sido analizada con la importancia que merece. La historia se remonta al año 2013 cuando se decidió construir un proyecto de US$ 300 millones que sumaría 640 camas y modernos pabellones de geriatría que hoy serían fundamentales para atender a la población más amenazada por el Coronavirus.

El nuevo recinto debía estar listo en 2019,  pero todo se complicó y con suerte estará terminado en 2025. La decisión de hacer el hospital por concesión generó una pugna con el Ministerio de Salud que atrasó en un año el proceso, y justo cuando las obras iban a comenzar, se encontró un tesoro. Al menos eso consideró el Consejo de Monumentos Nacionales cuando la constructora informó que había dado con unas ruinas. De inmediato paralizó la faena y se desplegó un equipo de arqueólogos con sofisticados sistemas de exploración a lo Indiana Jones, sólo que acá no aparecieron ciudades perdidas, sino que unas modestas vasijas de cerámica.

Tan poco valioso fue el tesoro del Hospital Salvador que ningún museo estuvo dispuesto a recibirlo. De hecho, los hallazgos quedaron guardados en cajas durante los dos años que duraron los estudios arqueológicos, que sumados al debate sobre hacerlo o no por concesión, impidieron tener el hospital operativo en la pandemia. ¿Y saben lo peor? Hasta hoy nadie sabe dónde se pueden ver las famosas vasijas.

Cuesta dimensionar el costo social de la burocracia hasta que ocurren tragedias como tener un hospital menos en una crisis sanitaria tan grave. Otro caso es “La Platina” un terreno eriazo de 250 hectáreas ubicado en La Pintana y rodeado por barrios donde el contagio se ha disparado por el alto nivel de hacinamiento. Hace 30 años que se prometen parques y proyectos residenciales en este predio, pero no se concretan ya que el propietario hace demasiadas exigencias. Lo insólito es que se trata del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA), una fundación que depende del Ministerio de Agricultura y se financia con ¡recursos del Fisco!

¿Sabrá el INIA cuántas personas podrían salir del hacinamiento si entrega ese terreno que no ocupa? Y en el caso del Salvador, ¿se comparó el costo de retrasar un hospital con el beneficio de los hallazgos arqueológicos? Nadie sabe, pero una cosa es segura: con esa burocracia será imposible sortear la crisis social y económica que se viene. La nueva ley del patrimonio ayudará a evitar nuevos “tesoros perdidos”, pero necesitamos que los organismos públicos dejen de operar como inmobiliarias. Y no sólo el INIA. La Corfo, ministerios, Fuerzas Armadas y la Empresa de Ferrocarriles del Estado tienen cientos de hectáreas botadas, mientras miles de familias deben vivir allegadas o en campamentos, lo que es inaceptable.

Fuente: La Tercera, Domingo 21 de Junio de 2020

LA TERCERA – Con un sistema sanitario a punto de colapsar, el retraso en la entrega del nuevo Hospital Salvador es una tragedia que no ha sido analizada con la importancia que merece. La historia se remonta al año 2013 cuando se decidió construir un proyecto de US$ 300 millones que sumaría 640 camas y modernos pabellones de geriatría que hoy serían fundamentales para atender a la población más amenazada por el Coronavirus.

El nuevo recinto debía estar listo en 2019,  pero todo se complicó y con suerte estará terminado en 2025. La decisión de hacer el hospital por concesión generó una pugna con el Ministerio de Salud que atrasó en un año el proceso, y justo cuando las obras iban a comenzar, se encontró un tesoro. Al menos eso consideró el Consejo de Monumentos Nacionales cuando la constructora informó que había dado con unas ruinas. De inmediato paralizó la faena y se desplegó un equipo de arqueólogos con sofisticados sistemas de exploración a lo Indiana Jones, sólo que acá no aparecieron ciudades perdidas, sino que unas modestas vasijas de cerámica.

Tan poco valioso fue el tesoro del Hospital Salvador que ningún museo estuvo dispuesto a recibirlo. De hecho, los hallazgos quedaron guardados en cajas durante los dos años que duraron los estudios arqueológicos, que sumados al debate sobre hacerlo o no por concesión, impidieron tener el hospital operativo en la pandemia. ¿Y saben lo peor? Hasta hoy nadie sabe dónde se pueden ver las famosas vasijas.

Cuesta dimensionar el costo social de la burocracia hasta que ocurren tragedias como tener un hospital menos en una crisis sanitaria tan grave. Otro caso es “La Platina” un terreno eriazo de 250 hectáreas ubicado en La Pintana y rodeado por barrios donde el contagio se ha disparado por el alto nivel de hacinamiento. Hace 30 años que se prometen parques y proyectos residenciales en este predio, pero no se concretan ya que el propietario hace demasiadas exigencias. Lo insólito es que se trata del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA), una fundación que depende del Ministerio de Agricultura y se financia con ¡recursos del Fisco!

¿Sabrá el INIA cuántas personas podrían salir del hacinamiento si entrega ese terreno que no ocupa? Y en el caso del Salvador, ¿se comparó el costo de retrasar un hospital con el beneficio de los hallazgos arqueológicos? Nadie sabe, pero una cosa es segura: con esa burocracia será imposible sortear la crisis social y económica que se viene. La nueva ley del patrimonio ayudará a evitar nuevos “tesoros perdidos”, pero necesitamos que los organismos públicos dejen de operar como inmobiliarias. Y no sólo el INIA. La Corfo, ministerios, Fuerzas Armadas y la Empresa de Ferrocarriles del Estado tienen cientos de hectáreas botadas, mientras miles de familias deben vivir allegadas o en campamentos, lo que es inaceptable.

Fuente: La Tercera, Domingo 21 de Junio de 2020

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