Viernes, Marzo 29, 2024

Santiago después del covid

EL MERCURIO – Claudio Orrego y Francisco Cruz: “…una buena política de transporte público, sumada a incentivos adecuados para el peatón o el ciclista, puede llegar a representar cerca del 60% de la forma de transitar en ciudad, limitando el uso del automóvil…”.

La reciente elección de gobernador de la Región Metropolitana fue una experiencia difícil en varios sentidos, pero quizás la mayor complejidad estuvo en realizarla en medio de la peor pandemia de nuestra historia. Fueron imposibles las reuniones masivas, hubo que conversar y pedir el voto usando mascarilla, ocultando el rostro, y hacerlo mientras la gente sufría dolor, pérdida, angustia económica e incertidumbre.

Aun cuando el covid todavía nos acompaña, tenemos que empezar a pensar nuestra ciudad y región en la era pospandemia. Necesitaremos como nunca mirar la infraestructura con creatividad y audacia, ya que los espacios de una ciudad son finitos, mientras que su población y tráfico, ascendentes, para lo cual poner el foco en alentar nuevas formas de movilidad, y en un urbanismo verde y sostenible, se hace indispensable.

Si bien es cierto que en Santiago hemos avanzado en movilidad sustentable, aún nos queda mucho. Requerimos mejorar sustancialmente la calidad y estado de las veredas que usan millones de peatones, especialmente en las zonas más pobres. También actualizar el Plan Maestro de Ciclovías de Santiago, homologando e integrando niveles de seguridad y acceso para evitar el llamado “archipiélago comunal”. ¿Qué significa esto? Que las redes de ciclovías tienen un estándar muy disímil y que se concentran en su mayoría “dentro de las comunas” y no “entre comunas”, debiendo potenciarse estas últimas. Necesitamos comunas que dialoguen y no que compitan entre sí, priorizando también un abordaje preventivo y colaborativo de la seguridad.

Dar señales claras de que invertiremos la pirámide de movilidad, poniendo al peatón y al ciclista por sobre el auto particular, es parte del rediseño de nuestra ciudad. La intermodalidad debiera ser nuestro enfoque, con la bicicleta jugando un rol preponderante, como ocurre en las grandes ciudades del mundo. Copenhague, Barcelona o París son ciudades donde el uso de la bicicleta es complementado con otras expresiones de movilidad en distancias largas. Una buena política de transporte público, sumada a incentivos adecuados para el peatón o el ciclista, puede llegar a representar cerca del 60% de la forma de transitar en ciudad, limitando el uso del automóvil.

Otra dimensión pospandemia es la universalización de la conectividad digital. En una sociedad en la cual el teletrabajo, la teleeducación, el comercio electrónico y los trámites públicos digitales son considerados un “desde” y no un lujo, garantizar el acceso a una buena conectividad de banda ancha pasa a ser una prioridad. Un Santiago 3.0 exige eliminar “zonas rojas”, sin conectividad (rurales o urbanas); garantizar un kit educacional para todos los niños, niñas y adolescentes, y generar zonas con wifi público de acceso universal.

Aspecto clave será el reto de corregir las profundas desigualdades en la locación de servicios públicos y privados en la ciudad. La construcción de un indicador “Gini Urbano” que mida la desigualdad del territorio, así como de otros indicadores mínimos y explícitos de calidad de vida urbana, podría servirnos para distribuir de mejor manera los recursos hacia las comunas más pobres y así lograr la tan necesaria, como exigida, justicia urbana. Urge por su parte la creación de subcentros urbanos, donde exista todo tipo de servicios públicos y privados, que eviten el traslado de millones de personas por toda la ciudad para acceder a ellos. El sueño de una “ciudad de 15 minutos” parte por generar estos subcentros, dentro de los cuales puedan coexistir distintos usos urbanos tradicionalmente segregados (“promiscuidad urbana”).

Otro tema relevante, y que abrazamos con convicción en esta campaña, fue el de la integración del migrante. Los migrantes son una realidad creciente en Chile y debemos avanzar en su incorporación en todas las dimensiones de la vida nacional. Esto es precisamente lo que ocurre en las capitales modernas del mundo con extranjeros que se convierten en “nuevos ciudadanos”, aportando a la vida nacional en sus distintos espacios gremiales, culturales, comunitarios, comerciales o académicos. La migración regular no es una amenaza, sino una oportunidad de sumar talento a las capacidades locales y contribuir a nuestros niveles de desarrollo y civilidad.

Al final del día, la Región Metropolitana la hacemos todos, sin importar dónde nacimos, estudiamos o cuáles son nuestras convicciones religiosas o preferencias sexuales. Dejar atrás la pandemia demandará una nueva mirada para compartir Santiago desde la innovación, el conocimiento, la protección del medio ambiente y la inclusión social.

Claudio Orrego L.
Gobernador Electo RM

Francisco Cruz F.
Abogado y Ex Embajador

Fuente: El Mercurio, Jueves 24 de Junio de 2021

EL MERCURIO – Claudio Orrego y Francisco Cruz: “…una buena política de transporte público, sumada a incentivos adecuados para el peatón o el ciclista, puede llegar a representar cerca del 60% de la forma de transitar en ciudad, limitando el uso del automóvil…”.

La reciente elección de gobernador de la Región Metropolitana fue una experiencia difícil en varios sentidos, pero quizás la mayor complejidad estuvo en realizarla en medio de la peor pandemia de nuestra historia. Fueron imposibles las reuniones masivas, hubo que conversar y pedir el voto usando mascarilla, ocultando el rostro, y hacerlo mientras la gente sufría dolor, pérdida, angustia económica e incertidumbre.

Aun cuando el covid todavía nos acompaña, tenemos que empezar a pensar nuestra ciudad y región en la era pospandemia. Necesitaremos como nunca mirar la infraestructura con creatividad y audacia, ya que los espacios de una ciudad son finitos, mientras que su población y tráfico, ascendentes, para lo cual poner el foco en alentar nuevas formas de movilidad, y en un urbanismo verde y sostenible, se hace indispensable.

Si bien es cierto que en Santiago hemos avanzado en movilidad sustentable, aún nos queda mucho. Requerimos mejorar sustancialmente la calidad y estado de las veredas que usan millones de peatones, especialmente en las zonas más pobres. También actualizar el Plan Maestro de Ciclovías de Santiago, homologando e integrando niveles de seguridad y acceso para evitar el llamado “archipiélago comunal”. ¿Qué significa esto? Que las redes de ciclovías tienen un estándar muy disímil y que se concentran en su mayoría “dentro de las comunas” y no “entre comunas”, debiendo potenciarse estas últimas. Necesitamos comunas que dialoguen y no que compitan entre sí, priorizando también un abordaje preventivo y colaborativo de la seguridad.

Dar señales claras de que invertiremos la pirámide de movilidad, poniendo al peatón y al ciclista por sobre el auto particular, es parte del rediseño de nuestra ciudad. La intermodalidad debiera ser nuestro enfoque, con la bicicleta jugando un rol preponderante, como ocurre en las grandes ciudades del mundo. Copenhague, Barcelona o París son ciudades donde el uso de la bicicleta es complementado con otras expresiones de movilidad en distancias largas. Una buena política de transporte público, sumada a incentivos adecuados para el peatón o el ciclista, puede llegar a representar cerca del 60% de la forma de transitar en ciudad, limitando el uso del automóvil.

Otra dimensión pospandemia es la universalización de la conectividad digital. En una sociedad en la cual el teletrabajo, la teleeducación, el comercio electrónico y los trámites públicos digitales son considerados un “desde” y no un lujo, garantizar el acceso a una buena conectividad de banda ancha pasa a ser una prioridad. Un Santiago 3.0 exige eliminar “zonas rojas”, sin conectividad (rurales o urbanas); garantizar un kit educacional para todos los niños, niñas y adolescentes, y generar zonas con wifi público de acceso universal.

Aspecto clave será el reto de corregir las profundas desigualdades en la locación de servicios públicos y privados en la ciudad. La construcción de un indicador “Gini Urbano” que mida la desigualdad del territorio, así como de otros indicadores mínimos y explícitos de calidad de vida urbana, podría servirnos para distribuir de mejor manera los recursos hacia las comunas más pobres y así lograr la tan necesaria, como exigida, justicia urbana. Urge por su parte la creación de subcentros urbanos, donde exista todo tipo de servicios públicos y privados, que eviten el traslado de millones de personas por toda la ciudad para acceder a ellos. El sueño de una “ciudad de 15 minutos” parte por generar estos subcentros, dentro de los cuales puedan coexistir distintos usos urbanos tradicionalmente segregados (“promiscuidad urbana”).

Otro tema relevante, y que abrazamos con convicción en esta campaña, fue el de la integración del migrante. Los migrantes son una realidad creciente en Chile y debemos avanzar en su incorporación en todas las dimensiones de la vida nacional. Esto es precisamente lo que ocurre en las capitales modernas del mundo con extranjeros que se convierten en “nuevos ciudadanos”, aportando a la vida nacional en sus distintos espacios gremiales, culturales, comunitarios, comerciales o académicos. La migración regular no es una amenaza, sino una oportunidad de sumar talento a las capacidades locales y contribuir a nuestros niveles de desarrollo y civilidad.

Al final del día, la Región Metropolitana la hacemos todos, sin importar dónde nacimos, estudiamos o cuáles son nuestras convicciones religiosas o preferencias sexuales. Dejar atrás la pandemia demandará una nueva mirada para compartir Santiago desde la innovación, el conocimiento, la protección del medio ambiente y la inclusión social.

Claudio Orrego L.
Gobernador Electo RM

Francisco Cruz F.
Abogado y Ex Embajador

Fuente: El Mercurio, Jueves 24 de Junio de 2021

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