Miércoles, Octubre 9, 2024

Propuestas de concesionarios

EL MERCURIO – Ante las protestas por el valor de los peajes, los concesionarios de autopistas han entregado propuestas que podrían permitir su rebaja. Ellas apuntan tanto a reducir los ingresos que el Estado recibe por la concesión como a aprovechar las fajas de terreno adyacentes para otros negocios. La idea no ha suscitado particular consenso. De hecho, especialistas consultados por este diario expresaron una visión crítica y en algunos casos de franco rechazo frente a la primera fórmula y solo moderadamente positiva respecto de la segunda. El cuestionamiento de fondo en el primer caso apunta a la idea de que, para responder a un malestar ciudadano, deba el Estado reducir sus ingresos, mientras los concesionarios mantienen los suyos.
Lo anterior no es inocuo. Los pagos que los operadores de una concesión le realizan al Estado tienen varios objetivos; entre ellos, financiar los costos de fiscalización. Pero además existe un interés adicional, cual es el de conseguir recursos provenientes de los proyectos más rentables para redestinarlos a otras iniciativas que requieren subsidios por ubicarse en zonas aisladas o de menor flujo vehicular. En ese sentido, tales recursos tienen un impacto descentralizador. Como un efecto secundario, esos pagos, al elevar los peajes interurbanos en tramos de carreteras de alta demanda, tienden a reducir la congestión, pues desincentivan su uso.
La segunda propuesta es más interesante. Incluso, tiene precedentes históricos: los ferrocarriles que cruzaron los Estados Unidos en el siglo XIX se financiaron con la entrega a las empresas ferroviarias de enormes extensiones de terrenos aledaños. Más recientemente, los metros de Hong Kong y de Madrid han sido, al menos parcialmente, financiados con proyectos inmobiliarios que se construyen en las inmediaciones de las estaciones. Asimismo, los aeropuertos concesionados reciben parte importante de sus ingresos de actividades comerciales en torno al terminal, incluyendo estacionamientos. Parece pues atractiva la idea de aprovechar la franja de terreno de la concesión para realizar proyectos que sean rentables para el concesionario, y así reducir la tarifa que este requiere para financiar la obra. La pregunta es si esta propuesta puede proveer ingresos significativos, sin trasladar los costos a otros sectores. En efecto, si, por ejemplo, se arriendan las luminarias de una autopista para antenas de 5G —como se propone—, un cobro que contribuya a los ingresos de la concesión probablemente elevará el costo de ese servicio. De este modo, lo que eventualmente ganarían los usuarios de la autopista en términos de peajes más baratos, lo perderían al usar el 5G. Alternativamente, si el costo del arriendo se distribuyera entre todos los usuarios de telecomunicaciones, todos ellos entonces estarían subsidiando las carreteras concesionadas. Pero, además, la idea supone un problema de implementación, por cuanto el tipo de contratos a establecer para negocios como ese no necesariamente es compatible con todas las modalidades de adjudicación de concesiones, obligando a revisar estas.
Otras ideas relacionadas, como las de instalar restaurantes y gasolineras en las franjas de la carretera, no parece que pudieran agregar mucha rentabilidad a la concesión, pues para ello los precios tendrían que ser muy elevados. En tal caso, los usuarios siempre dispondrán de la opción de salir de la autopista y recibir un servicio similar en condiciones más competitivas, por lo que el margen para elevar precios es en realidad limitado.
Como se ve, conceptualmente, no es claro que sea positiva la idea de reducir el valor del tag disminuyendo los ingresos del Estado. El transporte vial genera externalidades negativas, de congestión y de emisiones. Al reducir el tag, se incentiva su uso, lo que incrementa esas externalidades. Dado que las carreteras interurbanas cercanas a Santiago ya están congestionadas, no parece conveniente reducir sus tarifas; en el caso de las que no enfrentan mucha demanda, hacerlo aumentaría el subsidio que requieren.
Fuente: El Mercurio, Miércoles 18 de Diciembre e 2019

EL MERCURIO – Ante las protestas por el valor de los peajes, los concesionarios de autopistas han entregado propuestas que podrían permitir su rebaja. Ellas apuntan tanto a reducir los ingresos que el Estado recibe por la concesión como a aprovechar las fajas de terreno adyacentes para otros negocios. La idea no ha suscitado particular consenso. De hecho, especialistas consultados por este diario expresaron una visión crítica y en algunos casos de franco rechazo frente a la primera fórmula y solo moderadamente positiva respecto de la segunda. El cuestionamiento de fondo en el primer caso apunta a la idea de que, para responder a un malestar ciudadano, deba el Estado reducir sus ingresos, mientras los concesionarios mantienen los suyos.
Lo anterior no es inocuo. Los pagos que los operadores de una concesión le realizan al Estado tienen varios objetivos; entre ellos, financiar los costos de fiscalización. Pero además existe un interés adicional, cual es el de conseguir recursos provenientes de los proyectos más rentables para redestinarlos a otras iniciativas que requieren subsidios por ubicarse en zonas aisladas o de menor flujo vehicular. En ese sentido, tales recursos tienen un impacto descentralizador. Como un efecto secundario, esos pagos, al elevar los peajes interurbanos en tramos de carreteras de alta demanda, tienden a reducir la congestión, pues desincentivan su uso.
La segunda propuesta es más interesante. Incluso, tiene precedentes históricos: los ferrocarriles que cruzaron los Estados Unidos en el siglo XIX se financiaron con la entrega a las empresas ferroviarias de enormes extensiones de terrenos aledaños. Más recientemente, los metros de Hong Kong y de Madrid han sido, al menos parcialmente, financiados con proyectos inmobiliarios que se construyen en las inmediaciones de las estaciones. Asimismo, los aeropuertos concesionados reciben parte importante de sus ingresos de actividades comerciales en torno al terminal, incluyendo estacionamientos. Parece pues atractiva la idea de aprovechar la franja de terreno de la concesión para realizar proyectos que sean rentables para el concesionario, y así reducir la tarifa que este requiere para financiar la obra. La pregunta es si esta propuesta puede proveer ingresos significativos, sin trasladar los costos a otros sectores. En efecto, si, por ejemplo, se arriendan las luminarias de una autopista para antenas de 5G —como se propone—, un cobro que contribuya a los ingresos de la concesión probablemente elevará el costo de ese servicio. De este modo, lo que eventualmente ganarían los usuarios de la autopista en términos de peajes más baratos, lo perderían al usar el 5G. Alternativamente, si el costo del arriendo se distribuyera entre todos los usuarios de telecomunicaciones, todos ellos entonces estarían subsidiando las carreteras concesionadas. Pero, además, la idea supone un problema de implementación, por cuanto el tipo de contratos a establecer para negocios como ese no necesariamente es compatible con todas las modalidades de adjudicación de concesiones, obligando a revisar estas.
Otras ideas relacionadas, como las de instalar restaurantes y gasolineras en las franjas de la carretera, no parece que pudieran agregar mucha rentabilidad a la concesión, pues para ello los precios tendrían que ser muy elevados. En tal caso, los usuarios siempre dispondrán de la opción de salir de la autopista y recibir un servicio similar en condiciones más competitivas, por lo que el margen para elevar precios es en realidad limitado.
Como se ve, conceptualmente, no es claro que sea positiva la idea de reducir el valor del tag disminuyendo los ingresos del Estado. El transporte vial genera externalidades negativas, de congestión y de emisiones. Al reducir el tag, se incentiva su uso, lo que incrementa esas externalidades. Dado que las carreteras interurbanas cercanas a Santiago ya están congestionadas, no parece conveniente reducir sus tarifas; en el caso de las que no enfrentan mucha demanda, hacerlo aumentaría el subsidio que requieren.
Fuente: El Mercurio, Miércoles 18 de Diciembre e 2019

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