Jueves, Marzo 28, 2024

El Metro como política de Estado

DIARIO FINANCIERO – Los santiaguinos no han tenido muchos motivos para celebrar en materia de transporte público en los últimos 10 años, con la excepción de las sucesivas extensiones de la red de Metro. De hecho, el contraste entre el Transantiago, inaugurado en 2007, y el tren subterráneo capitalino, puede servir como ejemplo palmario de otro contraste: entre la mala y la buena política pública.
La inauguración ayer de la Línea 3 fue un potente recordatorio de lo anterior. Mientras el Transantiago fue una política pública mal diseñada y peor implementada, cuyos malos efectos sufren hasta hoy los santiaguinos, pero cuyos costos ha pagado todo el país —a través de los llamados “subsidios espejo” a regiones—, el Metro sigue siendo una política pública genuinamente progresista, pues sus beneficios llegan a todos los ciudadanos, pero especialmente a los que más lo necesitan.
El mérito no es de ningún gobierno en particular, sino de sucesivas administraciones que durante décadas han entendido al Metro como una política de Estado: el gobierno que inicia la construcción de una nueva línea rara vez recibe los aplausos cuando se inaugura, pues para entonces suele haber otro ocupante en La Moneda. La administración y el cuerpo técnico de la empresa, no obstante, permanecen, en claro reconocimiento a que sus capacidades profesionales —y el aporte que significan para los habitantes de Santiago— importan mucho más que sus simpatías políticas, cualesquiera que sean.
La nueva línea conectará a seis comunas de la capital a lo largo de 22 kilómetros y 18 estaciones, y será la única que enlace con todas las líneas ya existentes. Con esto la red alcanzará 139,7 kilómetros, la segunda más extensa en Latinoamérica, después de Ciudad de México (201 km). Además, tendrá cobertura móvil 3G y 4G en túneles y andenes, trenes automatizados, puertas de andén, cámaras de seguridad en los vagones y boleterías de autoservicio. El Metro crece y se moderniza, a tono con la ciudad.
Más allá de los datos técnicos, se trata en verdad de una mejora en la calidad de vida para toda la ciudad.
Ver artículo
Fuente: Diario Financiero, miércoles 23 de enero de 2019

DIARIO FINANCIERO – Los santiaguinos no han tenido muchos motivos para celebrar en materia de transporte público en los últimos 10 años, con la excepción de las sucesivas extensiones de la red de Metro. De hecho, el contraste entre el Transantiago, inaugurado en 2007, y el tren subterráneo capitalino, puede servir como ejemplo palmario de otro contraste: entre la mala y la buena política pública.
La inauguración ayer de la Línea 3 fue un potente recordatorio de lo anterior. Mientras el Transantiago fue una política pública mal diseñada y peor implementada, cuyos malos efectos sufren hasta hoy los santiaguinos, pero cuyos costos ha pagado todo el país —a través de los llamados “subsidios espejo” a regiones—, el Metro sigue siendo una política pública genuinamente progresista, pues sus beneficios llegan a todos los ciudadanos, pero especialmente a los que más lo necesitan.
El mérito no es de ningún gobierno en particular, sino de sucesivas administraciones que durante décadas han entendido al Metro como una política de Estado: el gobierno que inicia la construcción de una nueva línea rara vez recibe los aplausos cuando se inaugura, pues para entonces suele haber otro ocupante en La Moneda. La administración y el cuerpo técnico de la empresa, no obstante, permanecen, en claro reconocimiento a que sus capacidades profesionales —y el aporte que significan para los habitantes de Santiago— importan mucho más que sus simpatías políticas, cualesquiera que sean.
La nueva línea conectará a seis comunas de la capital a lo largo de 22 kilómetros y 18 estaciones, y será la única que enlace con todas las líneas ya existentes. Con esto la red alcanzará 139,7 kilómetros, la segunda más extensa en Latinoamérica, después de Ciudad de México (201 km). Además, tendrá cobertura móvil 3G y 4G en túneles y andenes, trenes automatizados, puertas de andén, cámaras de seguridad en los vagones y boleterías de autoservicio. El Metro crece y se moderniza, a tono con la ciudad.
Más allá de los datos técnicos, se trata en verdad de una mejora en la calidad de vida para toda la ciudad.
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Fuente: Diario Financiero, miércoles 23 de enero de 2019

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