Domingo, Octubre 13, 2024

Llegó marzo, cómo evitar que la ciudad colapse, por Emilio Rivas

LA TERCERA – Todos los años vemos el impacto de la vuelta de vacaciones y el regreso de los estudiantes a clases en la movilidad de las ciudades. Si bien este año podría ser medianamente distinto al del 2019-2020, con la permanencia de ciertos resguardos en casa y la falta de definición sobre el inicio presencial de colegios y universidades, lo cierto es que de igual forma tenemos la congestión presente.

La Unidad Operativa de Control de Tránsito (UOCT) informó que la reducción de movilidad vehicular en el Gran Santiago durante la cuarentena total fue, en promedio, de 59% en comparación a los primeros días de marzo 2020. En febrero de 2021, la tasa de intervalo por semana está en torno al 2% semanal, lo que significa una rebaja de 25% con relación a marzo pre pandemia. ¿Podremos mantener estos índices de movilidad? O más bien, ¿buscamos mantenerlos para hacer de esta una ciudad más amigable, con menos congestión y mejor calidad de vida?

Los entornos urbanos presentan los mayores problemas en lo que respecta a la movilidad, ya que las ciudades son las que más sufren la congestión, la mala calidad del aire, los ruidos, la falta de una adecuada cultura vial de muchos de los conductores y una seguridad vial deficiente a causa del tráfico. No obstante, son también las que tienen mayores posibilidades de transformación, por la enorme cantidad de información que el uso de GPS y otras tecnologías nos entregan de los mismos vehículos como del Big Data de los sistemas de transporte. Para sacar el máximo provecho de todos esos datos, es importante que los mismos sean utilizados y compartidos de forma eficiente entre las distintas autoridades y organismos de gestión de la movilidad.

En Chile se han dado pasos importantes en el Análisis de Datos de Transporte Público (Adatrap) y hoy avanzamos también hacia lo privado. El último estudio de patrones de movilidad expuesto por el Ministerio de Transporte en conjunto con el BID en enero pasado, realizado a través de la Encuesta Origen – Destino en Hogares, que incorpora aspectos como la frecuencia, destino, modo de transporte y razones de traslados diarios, entre otros, incluyó por primera vez el uso de BIG Data, concluyendo la primera prueba piloto del uso de una aplicación móvil. El próximo paso para una mitigación efectiva de la congestión requiere influir en el comportamiento de los ciudadanos y en especial respecto de los conductores y sus decisiones de cuándo, cómo y dónde deben viajar.

Las aplicaciones y tecnologías están disponibles, la generación de incentivos y beneficios para quienes evitan vías saturadas también se utilizan en el mundo, por ejemplo mediante sistemas de cobros por congestión. Pero antes de hacer uso de nuevos cobros, debemos partir por un buen uso de la multiplicidad de datos digitales, con plataformas que sean integradoras y que eviten decisiones aisladas. En Buenos Aires ya se están dando pasos en este sentido, mediante el análisis de la movilidad real para mejorar y agilizar el tráfico urbano, basado en la obtención y tratamiento de datos en tiempo real y a través del estudio de la demanda de los distintos modos de movilidad que hay en la ciudad, como vehículos, bicicletas y transporte público.

El impacto negativo de la congestión sobre la economía debido a la pérdida de tiempo, el descenso de la productividad, los costes soportados por la sanidad pública y el combustible gastado es claro. Los ciudadanos, por su parte, demandan ciudades más conectadas, limpias, seguras y con una mayor calidad de vida. Se trata de un enigma de ingeniería social y un reto tecnológico al mismo tiempo que hace fundamental disponer de información para tomar mejores decisiones.

Aunque no existe la solución perfecta, la crisis del coronavirus nos abre una oportunidad para reconsiderar un cambio urgente hacia una nueva movilidad. Donde los instrumentos disponibles, como la gestión de accesos y la implantación de sistemas tarifarios, las tecnologías electrónicas de cobro de peajes o sistemas semafóricos capaces de adaptarse al tráfico en tiempo real, dejen de ser gestionados en núcleos independientes y apostemos por una gestión holística, con políticas de Estado apoyadas en la colaboración y basadas en información útil y coordinada que permita sacarles el máximo partido.

Durante la pandemia se han hecho visibles los efectos del transporte sobre la congestión y de esta sobre el medioambiente y la sociedad, es un buen momento para apurar el paso y no generar atascos también en la información. Llegó marzo y con ello el desafío de no volver a acostumbrarnos a la ya permanente “hora del taco”.

* El autor es vicepresidente ejecutivo de Kapsch TrafficCom Latinoamérica

Fuente: La Tercera, Miércoles 03 de Marzo de 2021

LA TERCERA – Todos los años vemos el impacto de la vuelta de vacaciones y el regreso de los estudiantes a clases en la movilidad de las ciudades. Si bien este año podría ser medianamente distinto al del 2019-2020, con la permanencia de ciertos resguardos en casa y la falta de definición sobre el inicio presencial de colegios y universidades, lo cierto es que de igual forma tenemos la congestión presente.

La Unidad Operativa de Control de Tránsito (UOCT) informó que la reducción de movilidad vehicular en el Gran Santiago durante la cuarentena total fue, en promedio, de 59% en comparación a los primeros días de marzo 2020. En febrero de 2021, la tasa de intervalo por semana está en torno al 2% semanal, lo que significa una rebaja de 25% con relación a marzo pre pandemia. ¿Podremos mantener estos índices de movilidad? O más bien, ¿buscamos mantenerlos para hacer de esta una ciudad más amigable, con menos congestión y mejor calidad de vida?

Los entornos urbanos presentan los mayores problemas en lo que respecta a la movilidad, ya que las ciudades son las que más sufren la congestión, la mala calidad del aire, los ruidos, la falta de una adecuada cultura vial de muchos de los conductores y una seguridad vial deficiente a causa del tráfico. No obstante, son también las que tienen mayores posibilidades de transformación, por la enorme cantidad de información que el uso de GPS y otras tecnologías nos entregan de los mismos vehículos como del Big Data de los sistemas de transporte. Para sacar el máximo provecho de todos esos datos, es importante que los mismos sean utilizados y compartidos de forma eficiente entre las distintas autoridades y organismos de gestión de la movilidad.

En Chile se han dado pasos importantes en el Análisis de Datos de Transporte Público (Adatrap) y hoy avanzamos también hacia lo privado. El último estudio de patrones de movilidad expuesto por el Ministerio de Transporte en conjunto con el BID en enero pasado, realizado a través de la Encuesta Origen – Destino en Hogares, que incorpora aspectos como la frecuencia, destino, modo de transporte y razones de traslados diarios, entre otros, incluyó por primera vez el uso de BIG Data, concluyendo la primera prueba piloto del uso de una aplicación móvil. El próximo paso para una mitigación efectiva de la congestión requiere influir en el comportamiento de los ciudadanos y en especial respecto de los conductores y sus decisiones de cuándo, cómo y dónde deben viajar.

Las aplicaciones y tecnologías están disponibles, la generación de incentivos y beneficios para quienes evitan vías saturadas también se utilizan en el mundo, por ejemplo mediante sistemas de cobros por congestión. Pero antes de hacer uso de nuevos cobros, debemos partir por un buen uso de la multiplicidad de datos digitales, con plataformas que sean integradoras y que eviten decisiones aisladas. En Buenos Aires ya se están dando pasos en este sentido, mediante el análisis de la movilidad real para mejorar y agilizar el tráfico urbano, basado en la obtención y tratamiento de datos en tiempo real y a través del estudio de la demanda de los distintos modos de movilidad que hay en la ciudad, como vehículos, bicicletas y transporte público.

El impacto negativo de la congestión sobre la economía debido a la pérdida de tiempo, el descenso de la productividad, los costes soportados por la sanidad pública y el combustible gastado es claro. Los ciudadanos, por su parte, demandan ciudades más conectadas, limpias, seguras y con una mayor calidad de vida. Se trata de un enigma de ingeniería social y un reto tecnológico al mismo tiempo que hace fundamental disponer de información para tomar mejores decisiones.

Aunque no existe la solución perfecta, la crisis del coronavirus nos abre una oportunidad para reconsiderar un cambio urgente hacia una nueva movilidad. Donde los instrumentos disponibles, como la gestión de accesos y la implantación de sistemas tarifarios, las tecnologías electrónicas de cobro de peajes o sistemas semafóricos capaces de adaptarse al tráfico en tiempo real, dejen de ser gestionados en núcleos independientes y apostemos por una gestión holística, con políticas de Estado apoyadas en la colaboración y basadas en información útil y coordinada que permita sacarles el máximo partido.

Durante la pandemia se han hecho visibles los efectos del transporte sobre la congestión y de esta sobre el medioambiente y la sociedad, es un buen momento para apurar el paso y no generar atascos también en la información. Llegó marzo y con ello el desafío de no volver a acostumbrarnos a la ya permanente “hora del taco”.

* El autor es vicepresidente ejecutivo de Kapsch TrafficCom Latinoamérica

Fuente: La Tercera, Miércoles 03 de Marzo de 2021

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