Jueves, Marzo 28, 2024

Israel se afianza como paradigma de la desalación a nivel mundial

EL ECONOMISTA – Una tierra eminentemente árida. Casi toda su superficie es así considerada, correspondiendo además el 60% a un desierto, el del Neguev. Siempre amenazado por la desertificación, el Estado de Israel es, no obstante, un ejemplo para el mundo en cuanto a gestión hídrica, al producir anualmente un 20% más de lo que necesita y pudiendo incluso compartir este recurso con sus vecinos. La palanca para lograrlo es una decidida apuesta por la desalinización que ahora, además, va a firmar un hito histórico, sirviendo como alternativa para rellenar su principal fuente de agua dulce en superficie: el mermado Mar de Galilea.

Esta masa natural, situada a más de 200 metros por debajo del nivel del mar, reclama una intervención urgente por estar frente a una subida de las temperaturas -más de dos grados en los últimos 20 años, según el Servicio Meteorológico israelí- y, también, por verse afectado por las previsiones pluviométricas que apuntan a una reducción de lluvias de hasta el 15% en el país a partir de 2050. Las tendencias demográficas de Israel, multiplicando una población que hoy asciende a los 9,3 millones de habitantes, también urgen a las autoridades del país a seguir apostando por reforzar unas infraestructuras para la desalación que ya son tomadas como ejemplo internacionalmente.

Para este proyecto, el Gobierno se va a servir de la compleja red de canalizaciones y estaciones de bombeo que operan desde la década de los 60. Dotado con 1.000 millones de séquel (290 millones de euros), el plan va a reconducir excedentes de agua marina desalada convirtiendo este lago, nuevamente, en una reserva operativa para el país hebreo.

Política hídrica apoyada en la desalación

Toda el agua en el Estado de Israel es, primero, un bien público de propiedad estatal, por lo que supedita cualquier actividad con el recurso a la supervisión de las autoridades y al permiso de la Autoridad Nacional del Agua, organismo no dependiente del Gobierno. La relación con agentes privados, a través de la empresa pública que gestiona gran parte de los ciclos (Mekorot) es también una constante, independizando las decisiones de inversión de la oportunidad política.

No obstante, las desaladoras son las instalaciones capitales para dibujar la situación hídrica del país, y las israelíes (mediante ósmosis inversa) son capaces de generar al año más de 600 millones de metros cúbicos (MMC), siendo unos 2.400 los MMC totales consumidos por el país.

La primera de las plantas, Ashkelon, comenzó a operar en 2005 y, en estos años, se han sumado otras cuatro, distribuidas por la costa mediterránea, todas incluidas en la lista de las 12 con mayor capacidad del mundo. En los próximos años, está prevista la puesta en marcha de otras dos.

El reciclaje del agua es también pieza fundamental de la política hídrica del país. Israel produce anualmente alrededor de 500 MMC de aguas residuales, siendo hasta el 93% tratadas en plantas especializadas y cercanas a las ciudades y consiguiendo un retorno del 82%. La irrigación de terrenos agrícolas es su principal destino, firmando una de las mayores ratios del mundo de reciclaje de aguas.

Motor de oportunidad de negocio

La Autoridad Nacional del Agua de Israel publicó, en 2012, las líneas maestras de su política hídrica hasta 2050, basándolas en las previsiones climáticas y de consumo. Constató que, en 2030, soportará una escasez de 50 MMC anuales, y de más de 670 en el año 2050. Esta planificación confirma que serán necesarias inversiones millonarias en proyectos de infraestructuras hidráulicas, representando una oportunidad para las empresas internacionales del sector.

En la actualidad, varias firmas españolas pugnan ya por ser las adjudicatarias de proyectos ya aprobados. Acciona y Aqualia se postulan a la licitación de la nueva desaladora Sorek 2. Otras empresas de nuestro país ya están integradas en proyectos: Sacyr gestiona la planta de Ashdot, con una capacidad de 100 MMC anuales.

Ver artículo

Fuente: El Economista, Lunes 3 de Octubre de 2022

EL ECONOMISTA – Una tierra eminentemente árida. Casi toda su superficie es así considerada, correspondiendo además el 60% a un desierto, el del Neguev. Siempre amenazado por la desertificación, el Estado de Israel es, no obstante, un ejemplo para el mundo en cuanto a gestión hídrica, al producir anualmente un 20% más de lo que necesita y pudiendo incluso compartir este recurso con sus vecinos. La palanca para lograrlo es una decidida apuesta por la desalinización que ahora, además, va a firmar un hito histórico, sirviendo como alternativa para rellenar su principal fuente de agua dulce en superficie: el mermado Mar de Galilea.

Esta masa natural, situada a más de 200 metros por debajo del nivel del mar, reclama una intervención urgente por estar frente a una subida de las temperaturas -más de dos grados en los últimos 20 años, según el Servicio Meteorológico israelí- y, también, por verse afectado por las previsiones pluviométricas que apuntan a una reducción de lluvias de hasta el 15% en el país a partir de 2050. Las tendencias demográficas de Israel, multiplicando una población que hoy asciende a los 9,3 millones de habitantes, también urgen a las autoridades del país a seguir apostando por reforzar unas infraestructuras para la desalación que ya son tomadas como ejemplo internacionalmente.

Para este proyecto, el Gobierno se va a servir de la compleja red de canalizaciones y estaciones de bombeo que operan desde la década de los 60. Dotado con 1.000 millones de séquel (290 millones de euros), el plan va a reconducir excedentes de agua marina desalada convirtiendo este lago, nuevamente, en una reserva operativa para el país hebreo.

Política hídrica apoyada en la desalación

Toda el agua en el Estado de Israel es, primero, un bien público de propiedad estatal, por lo que supedita cualquier actividad con el recurso a la supervisión de las autoridades y al permiso de la Autoridad Nacional del Agua, organismo no dependiente del Gobierno. La relación con agentes privados, a través de la empresa pública que gestiona gran parte de los ciclos (Mekorot) es también una constante, independizando las decisiones de inversión de la oportunidad política.

No obstante, las desaladoras son las instalaciones capitales para dibujar la situación hídrica del país, y las israelíes (mediante ósmosis inversa) son capaces de generar al año más de 600 millones de metros cúbicos (MMC), siendo unos 2.400 los MMC totales consumidos por el país.

La primera de las plantas, Ashkelon, comenzó a operar en 2005 y, en estos años, se han sumado otras cuatro, distribuidas por la costa mediterránea, todas incluidas en la lista de las 12 con mayor capacidad del mundo. En los próximos años, está prevista la puesta en marcha de otras dos.

El reciclaje del agua es también pieza fundamental de la política hídrica del país. Israel produce anualmente alrededor de 500 MMC de aguas residuales, siendo hasta el 93% tratadas en plantas especializadas y cercanas a las ciudades y consiguiendo un retorno del 82%. La irrigación de terrenos agrícolas es su principal destino, firmando una de las mayores ratios del mundo de reciclaje de aguas.

Motor de oportunidad de negocio

La Autoridad Nacional del Agua de Israel publicó, en 2012, las líneas maestras de su política hídrica hasta 2050, basándolas en las previsiones climáticas y de consumo. Constató que, en 2030, soportará una escasez de 50 MMC anuales, y de más de 670 en el año 2050. Esta planificación confirma que serán necesarias inversiones millonarias en proyectos de infraestructuras hidráulicas, representando una oportunidad para las empresas internacionales del sector.

En la actualidad, varias firmas españolas pugnan ya por ser las adjudicatarias de proyectos ya aprobados. Acciona y Aqualia se postulan a la licitación de la nueva desaladora Sorek 2. Otras empresas de nuestro país ya están integradas en proyectos: Sacyr gestiona la planta de Ashdot, con una capacidad de 100 MMC anuales.

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Fuente: El Economista, Lunes 3 de Octubre de 2022

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