Viernes, Noviembre 8, 2024

Infraestructura, la gran apuesta de EE.UU

EL NUEVO SIGLO – En la noche de pasado viernes el presidente estadounidense Joe Biden se anotó un gran triunfo político en la Cámara de Representantes: por 228 votos a favor y 206 negativos (seis representantes republicanos respaldaron la iniciativa) los congresistas aprobaron el programa de reconstrucción de la infraestructura de la unión americana, que había sido una de las promesas centrales del titular de la Casa Blanca durante su campaña el año pasado.

Esta ley tiene un valor de 1 trillón de dólares (un millón de billones) y pretende realizar una transformación radical en la decadente infraestructura de los Estados Unidos en los próximos años. Desde los tiempos del presidente Eisenhower este sector no recibía un monto de recursos de semejante magnitud. Paradójicamente la modernización de puentes, vías, aeropuertos y una gran cantidad de obras en múltiples sectores también fue una de las banderas de la administración de Donald Trump como fórmula para darle un impulso definitivo a la economía nacional, pero el Congreso, en manos de la oposición demócrata, y el agitado clima político no le permitieron viabilizar ese objetivo.

La aprobación de esta ley el viernes pasado llega, además, como una especie de salvavidas para la Casa Blanca que durante los últimos días viene pasando graves dificultades. Las más recientes encuestas ubican los índices de popularidad del Presidente muy abajo. A ello se suma que la salida precipitada y desordenada de los contingentes militares norteamericanos de Afganistán le significó al Ejecutivo un alto grado de descalificación de la opinión pública. En tercer lugar, la pérdida semanas atrás de la crucial gobernación de Virginia por parte del partido demócrata fue un duro revés para el gobierno Biden. Y, como si todo lo anterior fuera poco, también juega en contra de la Casa Blanca el creciente escepticismo de la ciudadanía por la aparición de nuevas cepas del coronavirus que hacen dudar de la capacidad federal para hacerle frente con éxito a estos coletazos de la crisis sanitaria.

Por todo ello es que el visto bueno a la ley de la infraestructura le proporciona un nuevo aire político a un mandatario al que muchos observadores lo estaban situando ya como un caso de muy difícil recuperación. Una vez más se comprueba que la política, en esa potencia y en todo el mundo, es dinámica y sorpresiva.

Ahora bien, debe reconocerse que la aprobación de esta ley de infraestructura fue el resultado de un complejo acuerdo político que se construyó en el seno de los partidos demócrata y republicano en la Cámara de Representantes durante los últimos días. De hecho, un grupo de parlamentarios escépticos que se había negado a apoyar la iniciativa se allanó finalmente a hacerlo tras la promesa de que a esta ley le seguirá otra dedicada a asuntos climáticos y de apoyo a los sectores más desvalidos.

Así las cosas, primó un acuerdo político sobre dos leyes. Una inmediata para el fortalecimiento de la infraestructura y otra posterior sobre cambio climático y sector social. Fue ese pacto lo que permitió destrabar el plan de modernización de obras y construcciones en todos los estados. Un plan que ya había sido aprobado desde agosto por el Senado pero que desde entonces estaba empantanado en la cámara baja.

Esta ley de infraestructura, entonces, se constituye en la segunda gran pieza legislativa de la administración Biden. La primera fue la aprobada para hacerle frente a los grandes gastos de carácter social y médicos que requiere la pandemia.

En la primera presentación de esta norma, que será sancionada en los próximos días, Biden destacó no solo la urgencia de modernizar la decadente infraestructura norteamericana, sino que resaltó la significativa importancia de la ley en el marco del pulso geopolítico que desarrollan Estados Unidos y China por el predominio en materia de carreteras, puentes, aeropuertos, desarrollos digitales, telecomunicaciones y logística en todos los frentes del transporte, entre muchos otros campos. Hasta el momento, la ventaja y el mayor dinamismo en estos flancos, tanto a nivel interno como en el resto del globo, los está teniendo la potencia asiática. Sin embargo, la Casa Blanca espera que las cargas comiencen a emparejarse prontamente. Y no es para menos: será una inversión billonaria, que generará millones de empleos y moverá la economía estadounidense a un ritmo sin precedentes. De ese tamaño es la apuesta.

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Fuente: El Nuevo Siglo, Martes 9 de Noviembre de 2021

EL NUEVO SIGLO – En la noche de pasado viernes el presidente estadounidense Joe Biden se anotó un gran triunfo político en la Cámara de Representantes: por 228 votos a favor y 206 negativos (seis representantes republicanos respaldaron la iniciativa) los congresistas aprobaron el programa de reconstrucción de la infraestructura de la unión americana, que había sido una de las promesas centrales del titular de la Casa Blanca durante su campaña el año pasado.

Esta ley tiene un valor de 1 trillón de dólares (un millón de billones) y pretende realizar una transformación radical en la decadente infraestructura de los Estados Unidos en los próximos años. Desde los tiempos del presidente Eisenhower este sector no recibía un monto de recursos de semejante magnitud. Paradójicamente la modernización de puentes, vías, aeropuertos y una gran cantidad de obras en múltiples sectores también fue una de las banderas de la administración de Donald Trump como fórmula para darle un impulso definitivo a la economía nacional, pero el Congreso, en manos de la oposición demócrata, y el agitado clima político no le permitieron viabilizar ese objetivo.

La aprobación de esta ley el viernes pasado llega, además, como una especie de salvavidas para la Casa Blanca que durante los últimos días viene pasando graves dificultades. Las más recientes encuestas ubican los índices de popularidad del Presidente muy abajo. A ello se suma que la salida precipitada y desordenada de los contingentes militares norteamericanos de Afganistán le significó al Ejecutivo un alto grado de descalificación de la opinión pública. En tercer lugar, la pérdida semanas atrás de la crucial gobernación de Virginia por parte del partido demócrata fue un duro revés para el gobierno Biden. Y, como si todo lo anterior fuera poco, también juega en contra de la Casa Blanca el creciente escepticismo de la ciudadanía por la aparición de nuevas cepas del coronavirus que hacen dudar de la capacidad federal para hacerle frente con éxito a estos coletazos de la crisis sanitaria.

Por todo ello es que el visto bueno a la ley de la infraestructura le proporciona un nuevo aire político a un mandatario al que muchos observadores lo estaban situando ya como un caso de muy difícil recuperación. Una vez más se comprueba que la política, en esa potencia y en todo el mundo, es dinámica y sorpresiva.

Ahora bien, debe reconocerse que la aprobación de esta ley de infraestructura fue el resultado de un complejo acuerdo político que se construyó en el seno de los partidos demócrata y republicano en la Cámara de Representantes durante los últimos días. De hecho, un grupo de parlamentarios escépticos que se había negado a apoyar la iniciativa se allanó finalmente a hacerlo tras la promesa de que a esta ley le seguirá otra dedicada a asuntos climáticos y de apoyo a los sectores más desvalidos.

Así las cosas, primó un acuerdo político sobre dos leyes. Una inmediata para el fortalecimiento de la infraestructura y otra posterior sobre cambio climático y sector social. Fue ese pacto lo que permitió destrabar el plan de modernización de obras y construcciones en todos los estados. Un plan que ya había sido aprobado desde agosto por el Senado pero que desde entonces estaba empantanado en la cámara baja.

Esta ley de infraestructura, entonces, se constituye en la segunda gran pieza legislativa de la administración Biden. La primera fue la aprobada para hacerle frente a los grandes gastos de carácter social y médicos que requiere la pandemia.

En la primera presentación de esta norma, que será sancionada en los próximos días, Biden destacó no solo la urgencia de modernizar la decadente infraestructura norteamericana, sino que resaltó la significativa importancia de la ley en el marco del pulso geopolítico que desarrollan Estados Unidos y China por el predominio en materia de carreteras, puentes, aeropuertos, desarrollos digitales, telecomunicaciones y logística en todos los frentes del transporte, entre muchos otros campos. Hasta el momento, la ventaja y el mayor dinamismo en estos flancos, tanto a nivel interno como en el resto del globo, los está teniendo la potencia asiática. Sin embargo, la Casa Blanca espera que las cargas comiencen a emparejarse prontamente. Y no es para menos: será una inversión billonaria, que generará millones de empleos y moverá la economía estadounidense a un ritmo sin precedentes. De ese tamaño es la apuesta.

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Fuente: El Nuevo Siglo, Martes 9 de Noviembre de 2021

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