Jueves, Abril 18, 2024

Fuerte caída en costos reabre las ganas de desalinizar agua

LA SEGUNDA – Desalinizar agua de mar está literalmente en su momento más dulce. “La industria ya ha pasado por una reducción significativa del costo de inversión, principalmente relacionada con mejoras tecnológicas y con economías de escala”, gráfica Borja Blanco, CEO de la consultora Aqua Advise y director de la International Desalination Association, desde España.

Cuenta que pese a que se trata de una industria joven, con apenas 40 años de historia, en los últimos 15 o 20 años ha sido capaz de reducir a la mitad sus costos productivos, lo que la hace una opción económicamente viable para abastecer un mayor consumo humano y de distintas áreas productivas en zonas con escasez hídrica, como el interior de las regiones de Coquimbo y Valparaíso.

Eso sin mencionar que el uso de agua desalada no ha dejado de crecer en la minería del norte. Hay una veintena de plantas desalinizadoras que abastecen prioritariamente a esa industria. Es más, la semana pasada la Comisión de Evaluación Ambiental de Atacama aprobó la última novedad: un proyecto de US$ 500 millones de la empresa chilena Trends Industrial que combina la desalinización usando como fuente energética una planta fotovoltaica.

Según uno de sus impulsores, el empresario Rodrigo Silva, será la planta más grande de América Latina, con una capacidad de 2.630 litros por segundo, y la primera “multicliente”, es decir, venderá a mineras de distinto tamaño y empresas de otros rubros. “No descarto una empresa agropecuaria como cliente en el futuro”, cuenta ansioso.

Baja a la mitad

La baja de costos de la desalinización se gráfica así: hace una década para producir un flujo de un litro por segundo se necesitaba el doble de los US$ 100 mil que se invierten hoy en promedio. El uso intensivo de energía eléctrica era el problema principal. Hace cuatro décadas, las plantas consumían 10 kw/hora y hoy están en un rango de entre 2,5 y 3 kw/hora.

Agrega que esto ha posibilitado que el costo de producir 1 m³ de agua se ubique en US$ 1 en la costa, con posibilidad de bajar aún más. En Israel, por ejemplo, la cuna de esta tecnología, hay plantas que operan con un costo de US$ 0,6 por m³.

“Definitivamente sí es una opción para las zonas con escasez hídrica. Hay zonas en Chile que necesitan soluciones distintas a las que han sido sus fuentes tradicionales, y en ese caso la desalinización es una alternativa razonable, porque los costos de implementación y operación se han hecho más competitivos”, complementa Patricio Herrera, gerente general de la estatal Econssa, que maneja los contratos de concesión con las sanitarias.

En octubre de 2017, Econssa adjudicó al consorcio chileno español INIMACVV la construcción de una planta desaladora que abastecerá el consumo residencial de Copiapó y otras ciudades de Atacama a partir de 2020, cuya inversión de US$ 80 millones se financia con platas de Corfo.

En consumo humano, Aguas de Antofagasta, concesión de la colombiana EPM, ya tiene camino avanzado. El gerente general, Carlos Méndez, cuenta que la firma abastece el 80% de Antofagasta y el 100% de Mejillones con agua desalinizada y entre sus planes de desarrollo está la construcción de una planta para Tocopilla. Arica es otro ejemplo en el norte, aunque distinto. Ya cuenta con una planta que desala agua, pero no de mar, sino de la cuenca de Lluta, que también es salobre, con la que abastece alrededor del 40% de la ciudad. La sanitaria Aguas del Altiplano está construyendo una planta desalinizadora actualmente.

Suministro seguro

“Las plantas desaladoras aportan una fuente alternativa y estable de suministro respecto de los recursos disponibles a nivel continental, que no está limitada en cantidad ni sujeta a ciclos climáticos”, describe como una de las ventajas de la desalinización el gerente de Desarrollo de Negocios de Acciona Agua, Waldo López.

Otros expertos plantean que, en términos de impacto ambiental, el desarrollo tecnológico ha mejorado la calidad de las salmueras que se devuelven al mar y que el efecto en el entorno marino de las plantas sería más bien bajo y acotado. Como complemento, Guillermo Donoso, académico UC, agrega que “el agua desalada es de mucha mejor calidad que el agua de fuentes naturales, por lo que requiere menos esfuerzos de potabilización”.

De todos los consultados, Ulrike Broschek, subgerente de Gestión Hídrica de Fundación Chile, plantea un matiz. “La necesidad de tener desalación es un síntoma de una mala gestión del recurso”. Dice que hay opciones que pueden ir antes de la desalinización, como mejorar la infraestructura para retener las aguas lluvia.

En el Congreso se discuten dos proyectos relacionados con el tema. Uno que busca regular el uso de agua de mar, que está en primer trámite en la comisión de recursos hídricos de la Cámara, y otro que aspira a que el Estado financie la construcción de plantas desalinizadoras, en segundo trámite, esperando indicaciones en el Senado.

Ver Artículo

Fuente: La Segunda, Viernes 05 de octubre de 2018

LA SEGUNDA – Desalinizar agua de mar está literalmente en su momento más dulce. “La industria ya ha pasado por una reducción significativa del costo de inversión, principalmente relacionada con mejoras tecnológicas y con economías de escala”, gráfica Borja Blanco, CEO de la consultora Aqua Advise y director de la International Desalination Association, desde España.

Cuenta que pese a que se trata de una industria joven, con apenas 40 años de historia, en los últimos 15 o 20 años ha sido capaz de reducir a la mitad sus costos productivos, lo que la hace una opción económicamente viable para abastecer un mayor consumo humano y de distintas áreas productivas en zonas con escasez hídrica, como el interior de las regiones de Coquimbo y Valparaíso.

Eso sin mencionar que el uso de agua desalada no ha dejado de crecer en la minería del norte. Hay una veintena de plantas desalinizadoras que abastecen prioritariamente a esa industria. Es más, la semana pasada la Comisión de Evaluación Ambiental de Atacama aprobó la última novedad: un proyecto de US$ 500 millones de la empresa chilena Trends Industrial que combina la desalinización usando como fuente energética una planta fotovoltaica.

Según uno de sus impulsores, el empresario Rodrigo Silva, será la planta más grande de América Latina, con una capacidad de 2.630 litros por segundo, y la primera “multicliente”, es decir, venderá a mineras de distinto tamaño y empresas de otros rubros. “No descarto una empresa agropecuaria como cliente en el futuro”, cuenta ansioso.

Baja a la mitad

La baja de costos de la desalinización se gráfica así: hace una década para producir un flujo de un litro por segundo se necesitaba el doble de los US$ 100 mil que se invierten hoy en promedio. El uso intensivo de energía eléctrica era el problema principal. Hace cuatro décadas, las plantas consumían 10 kw/hora y hoy están en un rango de entre 2,5 y 3 kw/hora.

Agrega que esto ha posibilitado que el costo de producir 1 m³ de agua se ubique en US$ 1 en la costa, con posibilidad de bajar aún más. En Israel, por ejemplo, la cuna de esta tecnología, hay plantas que operan con un costo de US$ 0,6 por m³.

“Definitivamente sí es una opción para las zonas con escasez hídrica. Hay zonas en Chile que necesitan soluciones distintas a las que han sido sus fuentes tradicionales, y en ese caso la desalinización es una alternativa razonable, porque los costos de implementación y operación se han hecho más competitivos”, complementa Patricio Herrera, gerente general de la estatal Econssa, que maneja los contratos de concesión con las sanitarias.

En octubre de 2017, Econssa adjudicó al consorcio chileno español INIMACVV la construcción de una planta desaladora que abastecerá el consumo residencial de Copiapó y otras ciudades de Atacama a partir de 2020, cuya inversión de US$ 80 millones se financia con platas de Corfo.

En consumo humano, Aguas de Antofagasta, concesión de la colombiana EPM, ya tiene camino avanzado. El gerente general, Carlos Méndez, cuenta que la firma abastece el 80% de Antofagasta y el 100% de Mejillones con agua desalinizada y entre sus planes de desarrollo está la construcción de una planta para Tocopilla. Arica es otro ejemplo en el norte, aunque distinto. Ya cuenta con una planta que desala agua, pero no de mar, sino de la cuenca de Lluta, que también es salobre, con la que abastece alrededor del 40% de la ciudad. La sanitaria Aguas del Altiplano está construyendo una planta desalinizadora actualmente.

Suministro seguro

“Las plantas desaladoras aportan una fuente alternativa y estable de suministro respecto de los recursos disponibles a nivel continental, que no está limitada en cantidad ni sujeta a ciclos climáticos”, describe como una de las ventajas de la desalinización el gerente de Desarrollo de Negocios de Acciona Agua, Waldo López.

Otros expertos plantean que, en términos de impacto ambiental, el desarrollo tecnológico ha mejorado la calidad de las salmueras que se devuelven al mar y que el efecto en el entorno marino de las plantas sería más bien bajo y acotado. Como complemento, Guillermo Donoso, académico UC, agrega que “el agua desalada es de mucha mejor calidad que el agua de fuentes naturales, por lo que requiere menos esfuerzos de potabilización”.

De todos los consultados, Ulrike Broschek, subgerente de Gestión Hídrica de Fundación Chile, plantea un matiz. “La necesidad de tener desalación es un síntoma de una mala gestión del recurso”. Dice que hay opciones que pueden ir antes de la desalinización, como mejorar la infraestructura para retener las aguas lluvia.

En el Congreso se discuten dos proyectos relacionados con el tema. Uno que busca regular el uso de agua de mar, que está en primer trámite en la comisión de recursos hídricos de la Cámara, y otro que aspira a que el Estado financie la construcción de plantas desalinizadoras, en segundo trámite, esperando indicaciones en el Senado.

Ver Artículo

Fuente: La Segunda, Viernes 05 de octubre de 2018

TITULARES