Viernes, Abril 19, 2024

Digitalización: una oportunidad para igualar la cancha, por Susana Jiménez Vicepresidenta de Sofofa

DIARIO FINANCIERO – La revolución digital va en aumento en Chile y el mundo, más aún con la pandemia. Para muchos ha significado una nueva forma de vivir, lo que se expresa en el teletrabajo, la educación en línea, los juegos virtuales y el uso de redes sociales, el e-commerce, la contratación digital de servicios financieros, etc.

En lo que va del año, el tráfico de internet fijo ha aumentado más de 40% en nuestro país. Alienta saber que Chile es uno de los países OCDE de mayor crecimiento anual de conexión de fibra (67%), con una penetración similar a la de países desarrollados (32,8% de las conexiones de banda ancha fija) y líder en velocidad de internet hogar en Latinoamérica. En otras palabras, quien accede a internet fijo con redes de alta velocidad, obtiene un excelente servicio.
Sin embargo, Chile está lejos de ser un país digital. Por sorprendente que parezca, ¡solo un 56,8% de los hogares cuenta con internet fijo!, lo que revela un retraso digital importante que se ha hecho patente durante la pandemia. Las razones van desde altos costos relativo al ingreso per cápita del país, hasta justificaciones tan alarmantes como “no considerarlo relevante”, según el 35% de los encuestados sin acceso a internet (pre-pandemia). Igualmente, un 30% de las PYME que no utilizan internet dicen que no les parece necesario. Es fácil prever que seguiremos cayendo en el Ranking de Competitividad Global (WEF), donde una vez fuimos el n°22 (2005) y hoy estamos relegados al lugar n°33.
Las medidas a tomar son bastante evidentes. La más urgente es lograr el cierre de las brechas digitales a través de un apoyo estatal focalizado en las familias vulnerables para la conexión de la “última milla” que llegue a sus hogares. Se requiere también reglas claras para una mayor inversión privada en redes y servicios de conectividad, alentar la transformación digital de industrias, PYME y startups, avanzar más rápido en la modernización del Estado y promover la formación de competencias digitales de trabajadores y ciudadanos.
Sólo con una mirada de largo plazo y políticas públicas bien orientadas será posible democratizar el acceso a la educación, la capacitación, al teletrabajo, el emprendimiento, la cultura y la entretención. Si no lo hacemos, quedarán rezagados hogares, trabajadores y empresas.
El problema es que habiendo consenso en la meta, muchas veces se toman los caminos equivocados. Así es como no se sopesaron, en su momento, las consecuencias de la ley de antenas, que aplicó excesivas restricciones que impactan hasta hoy el despliegue y expansión de las redes de servicio de telecomunicaciones. Otro ejemplo más reciente es el reglamento de teletrabajo, vigente desde octubre, que contiene normas tan complejas que requieren ser revisadas y aclaradas para hacer de esta modalidad una realidad permanente.
Por su parte, iniciativas parlamentarias, como declarar Internet como servicio público, parecen bien intencionadas, pero empujarán al abandono de concesiones al exigir el servicio en un plazo no superior a seis meses. Igualmente, requerimientos del Ejecutivo en materia de resiliencia de la infraestructura crítica de telecomunicaciones podrían generar duplicaciones de costos que terminarían desviando inversiones que pueden ser destinados a usos socialmente más rentables.
La transformación digital mundial no llegará sola, menos aún con regulaciones excesivas y exigencias inadecuadas. Impulsar la inversión y priorizar el acceso de los hogares de Chile a la red son imperativos si queremos ser una verdadera sociedad de oportunidades.
Ver artículo
Fuente: Diario Financiero, Viernes 18 de Diciembre de 2020

DIARIO FINANCIERO – La revolución digital va en aumento en Chile y el mundo, más aún con la pandemia. Para muchos ha significado una nueva forma de vivir, lo que se expresa en el teletrabajo, la educación en línea, los juegos virtuales y el uso de redes sociales, el e-commerce, la contratación digital de servicios financieros, etc.

En lo que va del año, el tráfico de internet fijo ha aumentado más de 40% en nuestro país. Alienta saber que Chile es uno de los países OCDE de mayor crecimiento anual de conexión de fibra (67%), con una penetración similar a la de países desarrollados (32,8% de las conexiones de banda ancha fija) y líder en velocidad de internet hogar en Latinoamérica. En otras palabras, quien accede a internet fijo con redes de alta velocidad, obtiene un excelente servicio.
Sin embargo, Chile está lejos de ser un país digital. Por sorprendente que parezca, ¡solo un 56,8% de los hogares cuenta con internet fijo!, lo que revela un retraso digital importante que se ha hecho patente durante la pandemia. Las razones van desde altos costos relativo al ingreso per cápita del país, hasta justificaciones tan alarmantes como “no considerarlo relevante”, según el 35% de los encuestados sin acceso a internet (pre-pandemia). Igualmente, un 30% de las PYME que no utilizan internet dicen que no les parece necesario. Es fácil prever que seguiremos cayendo en el Ranking de Competitividad Global (WEF), donde una vez fuimos el n°22 (2005) y hoy estamos relegados al lugar n°33.
Las medidas a tomar son bastante evidentes. La más urgente es lograr el cierre de las brechas digitales a través de un apoyo estatal focalizado en las familias vulnerables para la conexión de la “última milla” que llegue a sus hogares. Se requiere también reglas claras para una mayor inversión privada en redes y servicios de conectividad, alentar la transformación digital de industrias, PYME y startups, avanzar más rápido en la modernización del Estado y promover la formación de competencias digitales de trabajadores y ciudadanos.
Sólo con una mirada de largo plazo y políticas públicas bien orientadas será posible democratizar el acceso a la educación, la capacitación, al teletrabajo, el emprendimiento, la cultura y la entretención. Si no lo hacemos, quedarán rezagados hogares, trabajadores y empresas.
El problema es que habiendo consenso en la meta, muchas veces se toman los caminos equivocados. Así es como no se sopesaron, en su momento, las consecuencias de la ley de antenas, que aplicó excesivas restricciones que impactan hasta hoy el despliegue y expansión de las redes de servicio de telecomunicaciones. Otro ejemplo más reciente es el reglamento de teletrabajo, vigente desde octubre, que contiene normas tan complejas que requieren ser revisadas y aclaradas para hacer de esta modalidad una realidad permanente.
Por su parte, iniciativas parlamentarias, como declarar Internet como servicio público, parecen bien intencionadas, pero empujarán al abandono de concesiones al exigir el servicio en un plazo no superior a seis meses. Igualmente, requerimientos del Ejecutivo en materia de resiliencia de la infraestructura crítica de telecomunicaciones podrían generar duplicaciones de costos que terminarían desviando inversiones que pueden ser destinados a usos socialmente más rentables.
La transformación digital mundial no llegará sola, menos aún con regulaciones excesivas y exigencias inadecuadas. Impulsar la inversión y priorizar el acceso de los hogares de Chile a la red son imperativos si queremos ser una verdadera sociedad de oportunidades.
Ver artículo
Fuente: Diario Financiero, Viernes 18 de Diciembre de 2020

TITULARES