Martes, Abril 16, 2024

Ciudad portuaria: la urgencia de (mejor) invertir, por Alberto Texidó

EL MOSTRADOR – Como ya hemos visto durante la pandemia, una de estas acciones ha sido separar sectores de la ciudad, lo que ha resultado altamente complejo debido al compromiso inevitable de las funciones vitales y a la comprensión adecuada de las dinámicas propias de la vida urbana. Lo mismo ocurre en todos los recintos que por escala o funcionalidad terminan aislándose de las condicionantes urbanas de su entorno. Son fronteras que degradan o derechamente impiden la integración social de los habitantes. Tal es también el caso de muchos de los recintos portuarios urbanos.
Por otro lado, en el entendido que no es posible plantearnos como país que la urgencia de inversiones por la crisis nos haga aceptar proyectos mal diseñados, parece necesario replantear modelos que sin necesariamente aumentar los montos de inversión, logren las metas de capacidad y amplifiquen beneficios, asunto que por lo demás ha sido ya explorado en diversas alternativas, pero en una nueva versión, cuyos diseños mejorados permitan ajustar y modificar los proyectos oficiales.
Esos ajustes de diseño y emplazamiento permiten lograr su objetivo inicial, pero con mejores opciones que disminuyen impactos y amplifican beneficios, al habilitar nuevos espacios para múltiples actividades económicas y empleos, en lo que debiera ser un proyecto integral de frente marítimo o waterfront, de la ciudad portuaria.

Es importante mencionar, por cierto, la propuesta de la Cámara Portuaria para incentivar nuevas inversiones, lo que no puede dejar de lado el reconocimiento de los entornos urbanos y sus particularidades ambientales. Para el caso de Valparaíso, lo anterior justifica un emplazamiento de la expansión del puerto hacia el sur, que libere el centro de la bahía para nuevos usos hasta Parque Barón, mientras que para San Antonio, se logre la amortiguación de la nueva infraestructura a lo largo de un Eje Urbano Barros Luco mejorado, con las consideraciones ambientales para la desembocadura del Maipo como condición básica. Y así con muchas de nuestras ciudades enfrentadas a este proceso.

Estos ajustes y amortiguaciones en favor de la diversificación económica y redistribución de buenos estándares urbanos van en línea con los planteamientos del Consejo Nacional de Desarrollo Urbano, de la integración social planteada por el MINVU en la recuperación de zonas centrales, de los lineamientos reactivadores del Fondo de Infraestructura a través de Desarrollo País, que a través de la inversión público-privada plantea inversiones importantes de recuperación, donde la infraestructura urbana y su calidad son la clave.
Por lo demás, la última observación del Consejo de Monumentos Nacionales a la adenda del proyecto de nueva accesibilidad en Valparaíso, confirma los impactos ya advertidos por diversas entidades, evidenciando una vez más lo inadecuado del emplazamiento de TCVAL. Con ello, validar la apertura del polígono de la nueva licitación hacia San Mateo, donde la infraestructura vial ya existe y no genera el conflicto entre peatones y camiones, entre la zona patrimonial y la nueva plataforma, facilitando la apertura del frente marítimo urbano ya comentada, apareciendo al menos como algo pertinente de evaluar e incorporar a la concesión o al próximo proceso de licitación.
Es claro que se necesitan las instancias de diálogo, hoy virtual, para superar la crisis social, sanitaria, económica y ambiental, por lo que aquí el Estado, la academia, la empresa y los actores sociales pueden colaborar en esa nueva mirada pública coordinada y privada colaborativa, que ha de cambiar tanto nuestra vida como la del espacio que cohabitamos en cada una de nuestras ciudades.
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Fuente: El Mostrador, Miércoles 01 de Julio de 2020

EL MOSTRADOR – Como ya hemos visto durante la pandemia, una de estas acciones ha sido separar sectores de la ciudad, lo que ha resultado altamente complejo debido al compromiso inevitable de las funciones vitales y a la comprensión adecuada de las dinámicas propias de la vida urbana. Lo mismo ocurre en todos los recintos que por escala o funcionalidad terminan aislándose de las condicionantes urbanas de su entorno. Son fronteras que degradan o derechamente impiden la integración social de los habitantes. Tal es también el caso de muchos de los recintos portuarios urbanos.
Por otro lado, en el entendido que no es posible plantearnos como país que la urgencia de inversiones por la crisis nos haga aceptar proyectos mal diseñados, parece necesario replantear modelos que sin necesariamente aumentar los montos de inversión, logren las metas de capacidad y amplifiquen beneficios, asunto que por lo demás ha sido ya explorado en diversas alternativas, pero en una nueva versión, cuyos diseños mejorados permitan ajustar y modificar los proyectos oficiales.
Esos ajustes de diseño y emplazamiento permiten lograr su objetivo inicial, pero con mejores opciones que disminuyen impactos y amplifican beneficios, al habilitar nuevos espacios para múltiples actividades económicas y empleos, en lo que debiera ser un proyecto integral de frente marítimo o waterfront, de la ciudad portuaria.

Es importante mencionar, por cierto, la propuesta de la Cámara Portuaria para incentivar nuevas inversiones, lo que no puede dejar de lado el reconocimiento de los entornos urbanos y sus particularidades ambientales. Para el caso de Valparaíso, lo anterior justifica un emplazamiento de la expansión del puerto hacia el sur, que libere el centro de la bahía para nuevos usos hasta Parque Barón, mientras que para San Antonio, se logre la amortiguación de la nueva infraestructura a lo largo de un Eje Urbano Barros Luco mejorado, con las consideraciones ambientales para la desembocadura del Maipo como condición básica. Y así con muchas de nuestras ciudades enfrentadas a este proceso.

Estos ajustes y amortiguaciones en favor de la diversificación económica y redistribución de buenos estándares urbanos van en línea con los planteamientos del Consejo Nacional de Desarrollo Urbano, de la integración social planteada por el MINVU en la recuperación de zonas centrales, de los lineamientos reactivadores del Fondo de Infraestructura a través de Desarrollo País, que a través de la inversión público-privada plantea inversiones importantes de recuperación, donde la infraestructura urbana y su calidad son la clave.
Por lo demás, la última observación del Consejo de Monumentos Nacionales a la adenda del proyecto de nueva accesibilidad en Valparaíso, confirma los impactos ya advertidos por diversas entidades, evidenciando una vez más lo inadecuado del emplazamiento de TCVAL. Con ello, validar la apertura del polígono de la nueva licitación hacia San Mateo, donde la infraestructura vial ya existe y no genera el conflicto entre peatones y camiones, entre la zona patrimonial y la nueva plataforma, facilitando la apertura del frente marítimo urbano ya comentada, apareciendo al menos como algo pertinente de evaluar e incorporar a la concesión o al próximo proceso de licitación.
Es claro que se necesitan las instancias de diálogo, hoy virtual, para superar la crisis social, sanitaria, económica y ambiental, por lo que aquí el Estado, la academia, la empresa y los actores sociales pueden colaborar en esa nueva mirada pública coordinada y privada colaborativa, que ha de cambiar tanto nuestra vida como la del espacio que cohabitamos en cada una de nuestras ciudades.
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Fuente: El Mostrador, Miércoles 01 de Julio de 2020

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