Jueves, Octubre 10, 2024

El caso del Hospital Fricke

EL MERCURIO – El nuevo edificio del Hospital Dr. Gustavo Fricke de Viña del Mar tiene más de dos años de retraso respecto de la fecha en que debía estar terminado. Puesto que aún le falta un 6% de avance, no se espera su entrega sino hasta el tercer trimestre de este año; es decir, el retraso será de unos mil días. En el intertanto, los pacientes deberán seguir atendiéndose en el hospital antiguo del mismo nombre. A este edificio le faltan camas, sus ascensores no funcionan y debe ubicar a enfermos en camillas instaladas en los pasillos. El nuevo hospital de alta complejidad aliviaría todos estos problemas, pues poseerá 558 camas, lo que aumentará la capacidad del Servicio de Salud Viña del Mar-Quillota en 30%. Las camas se ampliarán posteriormente a 744, transformándose en uno de los principales hospitales del país.
Es interesante estudiar las causas de este retraso, a partir de un informe de Contraloría que objeta también que el aumento en los costos del proyecto superara el valor autorizado de 10%, con un 1,48% adicional, el que podría seguir subiendo. Pero este costo palidece en comparación con aquel otro que ha significado para los habitantes de Viña del Mar tener que esperar tres años adicionales por el nuevo hospital. Se trata, sin embargo, de retrasos que son lamentablemente comunes en los casos de recintos construidos bajo el control de los respectivos servicios de salud. La raíz del problema radica precisamente en ellos, como mandantes de los proyectos. La forma en que operan dista mucho del modo en que lo hace el Ministerio de Obras Públicas, que es el responsable de los hospitales concesionados. En este último caso, el proyecto definitivo es discutido entre el servicio de salud, el concesionario y el MOP, hasta alcanzar un diseño satisfactorio. Luego de que este se fija, no sufre normalmente modificaciones importantes hasta su entrega. Esta es una de las razones que explican por qué los retrasos en la entrega de los recintos concesionados son a lo más de unos meses, contra los años de demora que experimentan los mandatados directamente por los servicios de salud. El caso del hospital concesionado de El Salvador representa, por cierto, una excepción: su demora de años se explica en parte por la oposición a las concesiones de parte del gobierno anterior y por las dificultades en conseguir la aprobación ambiental. Más allá de esa experiencia, el sistema concesionado incentiva un mejor cumplimiento de plazos, pues el concesionario solo recibe ingresos luego de terminar la obra; en los otros hospitales, los pagos se van dando según el cumplimiento de hitos constructivos.
El contraste entre uno y otro sistema es sustantivo. Como ha señalado el exministro Jaime Mañalich, los hospitales mandatados por los servicios de salud “son proyectos que van sufriendo modificaciones por influencias de la ciudad o la política, se van dando cuenta de que falta esto o lo otro, que por qué mejor no hacemos esto que no estaba contemplado…”, todo lo cual significa renegociar el contrato, aumentar sus costos y retrasar la obra. En el caso del Hospital Fricke, el proyecto fue aprobado en marzo de 2013, y hasta el cierre del informe de Contraloría, en octubre de 2018, el contrato había registrado 13 adendas, entre extensiones de plazos y nuevas obras. Ejemplos de ello, en 2015 se decidió cambiar los ductos de PVC por otro material, mientras que en octubre de 2016 se autorizaron nuevas modificaciones por un valor de 6,4% del costo original del proyecto. Contraloría detectó además deficiencias en el sistema de aire acondicionado. Con todo, las modificaciones que constató el ente fiscalizador parecen relativamente pequeñas, lo cual abre más interrogantes respecto de los motivos del retraso.
Cabe observar que estas deficiencias en la construcción de hospitales no se relacionan con el hecho mismo de ser concesionados o mandatados por los servicios de salud, sino con la operatoria de estos últimos como mandantes. Si aplicaran procedimientos similares a los del MOP, los retrasos serían menores, pues no habría modificaciones sustanciales al proyecto final. Aparentemente, los servicios de salud son más permeables a presiones para aceptar cambios. Tal vez por ello los proyectos se adjudican a un nivel de diseño más primario. Es necesario, pues, revisar y reformar la manera en que se maneja la construcción de hospitales por esos servicios.
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Fuente: El Mercurio, Jueves 28 de marzo de 2019

EL MERCURIO – El nuevo edificio del Hospital Dr. Gustavo Fricke de Viña del Mar tiene más de dos años de retraso respecto de la fecha en que debía estar terminado. Puesto que aún le falta un 6% de avance, no se espera su entrega sino hasta el tercer trimestre de este año; es decir, el retraso será de unos mil días. En el intertanto, los pacientes deberán seguir atendiéndose en el hospital antiguo del mismo nombre. A este edificio le faltan camas, sus ascensores no funcionan y debe ubicar a enfermos en camillas instaladas en los pasillos. El nuevo hospital de alta complejidad aliviaría todos estos problemas, pues poseerá 558 camas, lo que aumentará la capacidad del Servicio de Salud Viña del Mar-Quillota en 30%. Las camas se ampliarán posteriormente a 744, transformándose en uno de los principales hospitales del país.
Es interesante estudiar las causas de este retraso, a partir de un informe de Contraloría que objeta también que el aumento en los costos del proyecto superara el valor autorizado de 10%, con un 1,48% adicional, el que podría seguir subiendo. Pero este costo palidece en comparación con aquel otro que ha significado para los habitantes de Viña del Mar tener que esperar tres años adicionales por el nuevo hospital. Se trata, sin embargo, de retrasos que son lamentablemente comunes en los casos de recintos construidos bajo el control de los respectivos servicios de salud. La raíz del problema radica precisamente en ellos, como mandantes de los proyectos. La forma en que operan dista mucho del modo en que lo hace el Ministerio de Obras Públicas, que es el responsable de los hospitales concesionados. En este último caso, el proyecto definitivo es discutido entre el servicio de salud, el concesionario y el MOP, hasta alcanzar un diseño satisfactorio. Luego de que este se fija, no sufre normalmente modificaciones importantes hasta su entrega. Esta es una de las razones que explican por qué los retrasos en la entrega de los recintos concesionados son a lo más de unos meses, contra los años de demora que experimentan los mandatados directamente por los servicios de salud. El caso del hospital concesionado de El Salvador representa, por cierto, una excepción: su demora de años se explica en parte por la oposición a las concesiones de parte del gobierno anterior y por las dificultades en conseguir la aprobación ambiental. Más allá de esa experiencia, el sistema concesionado incentiva un mejor cumplimiento de plazos, pues el concesionario solo recibe ingresos luego de terminar la obra; en los otros hospitales, los pagos se van dando según el cumplimiento de hitos constructivos.
El contraste entre uno y otro sistema es sustantivo. Como ha señalado el exministro Jaime Mañalich, los hospitales mandatados por los servicios de salud “son proyectos que van sufriendo modificaciones por influencias de la ciudad o la política, se van dando cuenta de que falta esto o lo otro, que por qué mejor no hacemos esto que no estaba contemplado…”, todo lo cual significa renegociar el contrato, aumentar sus costos y retrasar la obra. En el caso del Hospital Fricke, el proyecto fue aprobado en marzo de 2013, y hasta el cierre del informe de Contraloría, en octubre de 2018, el contrato había registrado 13 adendas, entre extensiones de plazos y nuevas obras. Ejemplos de ello, en 2015 se decidió cambiar los ductos de PVC por otro material, mientras que en octubre de 2016 se autorizaron nuevas modificaciones por un valor de 6,4% del costo original del proyecto. Contraloría detectó además deficiencias en el sistema de aire acondicionado. Con todo, las modificaciones que constató el ente fiscalizador parecen relativamente pequeñas, lo cual abre más interrogantes respecto de los motivos del retraso.
Cabe observar que estas deficiencias en la construcción de hospitales no se relacionan con el hecho mismo de ser concesionados o mandatados por los servicios de salud, sino con la operatoria de estos últimos como mandantes. Si aplicaran procedimientos similares a los del MOP, los retrasos serían menores, pues no habría modificaciones sustanciales al proyecto final. Aparentemente, los servicios de salud son más permeables a presiones para aceptar cambios. Tal vez por ello los proyectos se adjudican a un nivel de diseño más primario. Es necesario, pues, revisar y reformar la manera en que se maneja la construcción de hospitales por esos servicios.
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Fuente: El Mercurio, Jueves 28 de marzo de 2019

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