Viernes, Diciembre 6, 2024

A 5 años de la firma del Acuerdo de París: ¿Qué acciones climáticas ha impulsado el sector eléctrico?, por Claudio Seebach

LA TERCERA – París, diciembre de 2015, autoridades internacionales se reúnen en la Conferencia de las Partes (COP) para celebrar un acuerdo histórico. Este es el Acuerdo de París, el cual logró por primera vez que todos los países tuvieran una causa común para emprender esfuerzos ambiciosos en combatir el cambio climático con una meta concordante con la ciencia, y guiar a las naciones hacia una trayectoria de desarrollo que limite el aumento de temperatura global promedio por debajo de los 2°C respecto de los niveles preindustriales, y hacer los esfuerzos para limitar el aumento a 1,5 °C. En éste, todas las partes se comprometieron a presentar metas individuales, llamadas Contribuciones Nacionalmente Determinadas o NDC por sus siglas en inglés, y realizar sus aportes para cumplir con las metas de mitigación y adaptación al cambio climático.

A la fecha, 189 de las 197 partes que conforman la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) han ratificado y forman parte del Acuerdo de París. Por ejemplo, Estados Unidos, que también lo ratificó el 3 de septiembre de 2019, se retiró en noviembre del mismo año, bajo la administración de Donald Trump. Sin embargo, el presidente electo Joe Biden ya ha manifestado que volverá a ingresar al país al Acuerdo de París. Chile por su parte ya había ratificado el Acuerdo en febrero de 2017 en el Congreso Nacional. Desde su entrada en vigencia, se han obtenido logros sustanciales al alero de este acuerdo. En el contexto nacional, nuestro país ha demostrado un gran compromiso en torno a la acción climática no solo respecto de las negociaciones internacionales, sino que también a nivel de políticas públicas y de compromisos del sector privado.

Revisemos las principales acciones en las que el sector eléctrico ha impulsado o ha sido parte en estos mismos cinco años, a la par con el Acuerdo de París. Vamos por la primera: en enero de 2018, el gobierno de Chile llegó a un acuerdo con Generadoras de Chile y las cuatro empresas generadoras que operan centrales a carbón en Chile -AES Gener, Colbún, Enel y Engie–, en el cual se estableció que no hubiera nuevos desarrollos a base a carbón, y a la formación de una mesa de trabajo multiactor con el objetivo de identificar los elementos tecnológicos, ambientales, sociales, económicos, de seguridad y de suficiencia de cada planta y del sistema eléctrico en su conjunto, entre otros, que permitan establecer un programa de retiro paulatino de estas unidades, con un plazo máximo en el año 2040, diez años antes de la meta de carbono neutralidad.

Este plan de retiro del carbón, lanzado como la primera y más ambiciosa acción climática de Chile en el marco de la COP25, destaca por ser el primero en su tipo en un país emergente y haberse gestado de manera voluntaria entre el sector público y privado, no implicando además recursos públicos, como sí ha ocurrido en otros países, procurando resguardar la seguridad, eficiencia y suficiencia del sistema eléctrico nacional. Gracias a la interconexión de los sistemas SIC y SING en 2017 que creó un único Sistema Eléctrico Nacional (SEN), y a la firma en junio 2018 de los acuerdos bilaterales entre el gobierno y cada empresa de generación a carbón, se inició el proceso de retiro de unidades como la de Tocopilla, Tarapacá, y prontamente más unidades en Ventanas, Mejillones y Coronel. Así, si a finales de 2018 había 5.625 MW de carbón, de aquí a 2024 ya se habrán cerrado 1.731 MW, equivalente al 31% de la capacidad.

Un segundo ámbito de acción en que el sector eléctrico juega un rol fundamental es en la consecución de la meta de carbono neutralidad a 2050, y con la cual está alineada la ambiciosa nueva Contribución Determinada a nivel Nacional (NDC) al 2030. No es menor afirmar que el 60% de la reducción de emisiones comprometida por Chile en esta NDC será aportada por el sector generación eléctrica gracias al retiro del carbón y la penetración de energías renovables.

Este último punto es en sí mismo un tercer ámbito de una importante contribución del sector de generación, con una incorporación masiva en este periodo de nuevas energías renovables que se suman a la histórica hidroelectricidad. A fines de 2015 -fecha de la firma del Acuerdo de París-, la capacidad instalada solar de Chile era de solo 535 MW y la eólica 910 MW. Hoy, a finales de 2020, la capacidad instalada solar supera los 3.200 MW y la eólica supera los 2.500 MW. Es así como en 2015 la generación solar y eólica en su conjunto sumaban solo 4,8% del total de Chile, y a noviembre de 2020 sumaron 21,8% de la energía eléctrica generada. En la actualidad, cerca de un 92% de todos los proyectos en construcción, y un 99% de todos los proyectos en calificación ambiental, corresponden a generación renovable, y se espera que esta cifra siga aumentando.

Un cuarto ámbito ha sido el hecho que durante los últimos años distintos actores relevantes de la minería han anunciado la renovación de sus contratos de suministro eléctrico para hacerlos 100% renovables. Con 24,4 TWh, la industria minera representa casi un tercio de toda la electricidad que se consume en el país. Algunos ejemplos son Minera Antucoya, de Antofagasta Minerals, que operará con energía 100% renovable tras la firma de un acuerdo con Engie, con suministro a comenzar desde enero del 2022. También BHP firmó contratos de suministro de energía renovable para las minas Escondida y Spence con Enel (comenzando en agosto 2021) y Colbún (comenzando en enero 2022). Anglo American anunció que a partir del 2021 usará solo fuentes renovables para impulsar sus operaciones mineras en Chile, y Enel, AES Gener y Minera Candelaria firmaron un contrato de suministro renovable por 18 años a partir del año 2023, entre varias otras iniciativas.

Un ámbito muy relevante es el aporte de la industria eléctrica a la descontaminación de ciudades gracias la electromovilidad y por recambio a calefacción sostenible. Estas acciones contribuyen a un doble propósito, mitigar la contaminación del aire en zonas urbanas, donde el uso de la leña o diésel son las principales fuentes de locales de emisiones, como también contribuir a la meta climática, ya que evitan el uso de combustibles fósiles en el transporte, como también la generación de carbono negro, un potente forzante climático también conocido como hollín. Asimismo, en 2015 no había en Chile ningún bus de transporte público eléctrico. Hoy, a finales de 2020, ya hay más 760 buses, posicionando a nuestro país como la segunda nación luego de China con más buses eléctricos en operación, y la Estrategia Nacional de Electromovilidad tiene como meta que todo el transporte público sea eléctrico al 2040.

En el caso de evitar el uso de la leña, el aporte a la mitigación del cambio climático viene dado por el hecho de que no solo evita la emisión de carbono negro, si no también contribuye a evitar la tala no sustentable de bosques, que son la fuente más importante de captura de gases de efecto invernadero. En ese contexto se han impulsado planes de tarifas eléctricas especiales para calefacción, junto con la reconversión de sistemas de calefacción hacia bombas de calor, que son muchísimo más eficientes energéticamente, más económicas de operar, de fácil control del confort térmico, además de cero emisiones. La combinación del reacondicionamiento térmico de viviendas con reemplazo de la calefacción por bombas de calor resultan ser la medida más costo efectiva de combinar reducción de emisiones de gases de efecto invernadero con reducir contaminantes locales.

Por último, durante este año 2020 emergió en la agenda energética el hidrógeno verde, que se suma a la electrificación para contribuir al reemplazo de la quema de combustibles fósiles, con miras a alcanzar una economía baja en emisiones. Este vector energético puede ser un pivote clave en el reemplazo del uso de combustibles fósiles derivados del petróleo, que actualmente en el país representan aproximadamente un 57% del consumo final de energía. Si consideramos por ejemplo que el puro diésel es más del 30% del consumo de energía, en comparación con la electricidad que es poco más del 20% del consumo de energía total de Chile. El hidrógeno verde puede ser un importante factor para el reemplazo de este diésel en el transporte de carga, así como algunos usos industriales y en la minería, podrían más de un quinto de la reducción de emisiones requeridas para lograr la carbono neutralidad del país. Lo mejor y más importante, es que el hidrógeno verde, es decir, producido con energías renovables, permitirá incrementar la participación de estas en la matriz y potenciar un posible mercado de exportación de energía para Chile, transformando nuestra condición actual de importadores de energéticos basados en combustibles fósiles.

En este nuevo contexto, se hace aún más evidente que cada una de estas acciones, una mayor inversión en el sector de generación eléctrica y la electrificación de los otros sectores energéticos como el transporte o la edificación son una gran oportunidad en materia económica, en la creación de empleo y también en la respuesta a la urgencia climática. La reactivación sostenible nos invita a relevar la importancia del bienestar social, el hacernos cargo de nuestro entorno, del impacto de nuestras acciones a nivel local y global, y, sobre todo, del cuidado de nuestro planeta.

Fuente: La Tercera, Martes 15 de Diciembre de 2020

LA TERCERA – París, diciembre de 2015, autoridades internacionales se reúnen en la Conferencia de las Partes (COP) para celebrar un acuerdo histórico. Este es el Acuerdo de París, el cual logró por primera vez que todos los países tuvieran una causa común para emprender esfuerzos ambiciosos en combatir el cambio climático con una meta concordante con la ciencia, y guiar a las naciones hacia una trayectoria de desarrollo que limite el aumento de temperatura global promedio por debajo de los 2°C respecto de los niveles preindustriales, y hacer los esfuerzos para limitar el aumento a 1,5 °C. En éste, todas las partes se comprometieron a presentar metas individuales, llamadas Contribuciones Nacionalmente Determinadas o NDC por sus siglas en inglés, y realizar sus aportes para cumplir con las metas de mitigación y adaptación al cambio climático.

A la fecha, 189 de las 197 partes que conforman la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) han ratificado y forman parte del Acuerdo de París. Por ejemplo, Estados Unidos, que también lo ratificó el 3 de septiembre de 2019, se retiró en noviembre del mismo año, bajo la administración de Donald Trump. Sin embargo, el presidente electo Joe Biden ya ha manifestado que volverá a ingresar al país al Acuerdo de París. Chile por su parte ya había ratificado el Acuerdo en febrero de 2017 en el Congreso Nacional. Desde su entrada en vigencia, se han obtenido logros sustanciales al alero de este acuerdo. En el contexto nacional, nuestro país ha demostrado un gran compromiso en torno a la acción climática no solo respecto de las negociaciones internacionales, sino que también a nivel de políticas públicas y de compromisos del sector privado.

Revisemos las principales acciones en las que el sector eléctrico ha impulsado o ha sido parte en estos mismos cinco años, a la par con el Acuerdo de París. Vamos por la primera: en enero de 2018, el gobierno de Chile llegó a un acuerdo con Generadoras de Chile y las cuatro empresas generadoras que operan centrales a carbón en Chile -AES Gener, Colbún, Enel y Engie–, en el cual se estableció que no hubiera nuevos desarrollos a base a carbón, y a la formación de una mesa de trabajo multiactor con el objetivo de identificar los elementos tecnológicos, ambientales, sociales, económicos, de seguridad y de suficiencia de cada planta y del sistema eléctrico en su conjunto, entre otros, que permitan establecer un programa de retiro paulatino de estas unidades, con un plazo máximo en el año 2040, diez años antes de la meta de carbono neutralidad.

Este plan de retiro del carbón, lanzado como la primera y más ambiciosa acción climática de Chile en el marco de la COP25, destaca por ser el primero en su tipo en un país emergente y haberse gestado de manera voluntaria entre el sector público y privado, no implicando además recursos públicos, como sí ha ocurrido en otros países, procurando resguardar la seguridad, eficiencia y suficiencia del sistema eléctrico nacional. Gracias a la interconexión de los sistemas SIC y SING en 2017 que creó un único Sistema Eléctrico Nacional (SEN), y a la firma en junio 2018 de los acuerdos bilaterales entre el gobierno y cada empresa de generación a carbón, se inició el proceso de retiro de unidades como la de Tocopilla, Tarapacá, y prontamente más unidades en Ventanas, Mejillones y Coronel. Así, si a finales de 2018 había 5.625 MW de carbón, de aquí a 2024 ya se habrán cerrado 1.731 MW, equivalente al 31% de la capacidad.

Un segundo ámbito de acción en que el sector eléctrico juega un rol fundamental es en la consecución de la meta de carbono neutralidad a 2050, y con la cual está alineada la ambiciosa nueva Contribución Determinada a nivel Nacional (NDC) al 2030. No es menor afirmar que el 60% de la reducción de emisiones comprometida por Chile en esta NDC será aportada por el sector generación eléctrica gracias al retiro del carbón y la penetración de energías renovables.

Este último punto es en sí mismo un tercer ámbito de una importante contribución del sector de generación, con una incorporación masiva en este periodo de nuevas energías renovables que se suman a la histórica hidroelectricidad. A fines de 2015 -fecha de la firma del Acuerdo de París-, la capacidad instalada solar de Chile era de solo 535 MW y la eólica 910 MW. Hoy, a finales de 2020, la capacidad instalada solar supera los 3.200 MW y la eólica supera los 2.500 MW. Es así como en 2015 la generación solar y eólica en su conjunto sumaban solo 4,8% del total de Chile, y a noviembre de 2020 sumaron 21,8% de la energía eléctrica generada. En la actualidad, cerca de un 92% de todos los proyectos en construcción, y un 99% de todos los proyectos en calificación ambiental, corresponden a generación renovable, y se espera que esta cifra siga aumentando.

Un cuarto ámbito ha sido el hecho que durante los últimos años distintos actores relevantes de la minería han anunciado la renovación de sus contratos de suministro eléctrico para hacerlos 100% renovables. Con 24,4 TWh, la industria minera representa casi un tercio de toda la electricidad que se consume en el país. Algunos ejemplos son Minera Antucoya, de Antofagasta Minerals, que operará con energía 100% renovable tras la firma de un acuerdo con Engie, con suministro a comenzar desde enero del 2022. También BHP firmó contratos de suministro de energía renovable para las minas Escondida y Spence con Enel (comenzando en agosto 2021) y Colbún (comenzando en enero 2022). Anglo American anunció que a partir del 2021 usará solo fuentes renovables para impulsar sus operaciones mineras en Chile, y Enel, AES Gener y Minera Candelaria firmaron un contrato de suministro renovable por 18 años a partir del año 2023, entre varias otras iniciativas.

Un ámbito muy relevante es el aporte de la industria eléctrica a la descontaminación de ciudades gracias la electromovilidad y por recambio a calefacción sostenible. Estas acciones contribuyen a un doble propósito, mitigar la contaminación del aire en zonas urbanas, donde el uso de la leña o diésel son las principales fuentes de locales de emisiones, como también contribuir a la meta climática, ya que evitan el uso de combustibles fósiles en el transporte, como también la generación de carbono negro, un potente forzante climático también conocido como hollín. Asimismo, en 2015 no había en Chile ningún bus de transporte público eléctrico. Hoy, a finales de 2020, ya hay más 760 buses, posicionando a nuestro país como la segunda nación luego de China con más buses eléctricos en operación, y la Estrategia Nacional de Electromovilidad tiene como meta que todo el transporte público sea eléctrico al 2040.

En el caso de evitar el uso de la leña, el aporte a la mitigación del cambio climático viene dado por el hecho de que no solo evita la emisión de carbono negro, si no también contribuye a evitar la tala no sustentable de bosques, que son la fuente más importante de captura de gases de efecto invernadero. En ese contexto se han impulsado planes de tarifas eléctricas especiales para calefacción, junto con la reconversión de sistemas de calefacción hacia bombas de calor, que son muchísimo más eficientes energéticamente, más económicas de operar, de fácil control del confort térmico, además de cero emisiones. La combinación del reacondicionamiento térmico de viviendas con reemplazo de la calefacción por bombas de calor resultan ser la medida más costo efectiva de combinar reducción de emisiones de gases de efecto invernadero con reducir contaminantes locales.

Por último, durante este año 2020 emergió en la agenda energética el hidrógeno verde, que se suma a la electrificación para contribuir al reemplazo de la quema de combustibles fósiles, con miras a alcanzar una economía baja en emisiones. Este vector energético puede ser un pivote clave en el reemplazo del uso de combustibles fósiles derivados del petróleo, que actualmente en el país representan aproximadamente un 57% del consumo final de energía. Si consideramos por ejemplo que el puro diésel es más del 30% del consumo de energía, en comparación con la electricidad que es poco más del 20% del consumo de energía total de Chile. El hidrógeno verde puede ser un importante factor para el reemplazo de este diésel en el transporte de carga, así como algunos usos industriales y en la minería, podrían más de un quinto de la reducción de emisiones requeridas para lograr la carbono neutralidad del país. Lo mejor y más importante, es que el hidrógeno verde, es decir, producido con energías renovables, permitirá incrementar la participación de estas en la matriz y potenciar un posible mercado de exportación de energía para Chile, transformando nuestra condición actual de importadores de energéticos basados en combustibles fósiles.

En este nuevo contexto, se hace aún más evidente que cada una de estas acciones, una mayor inversión en el sector de generación eléctrica y la electrificación de los otros sectores energéticos como el transporte o la edificación son una gran oportunidad en materia económica, en la creación de empleo y también en la respuesta a la urgencia climática. La reactivación sostenible nos invita a relevar la importancia del bienestar social, el hacernos cargo de nuestro entorno, del impacto de nuestras acciones a nivel local y global, y, sobre todo, del cuidado de nuestro planeta.

Fuente: La Tercera, Martes 15 de Diciembre de 2020

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