IAGUA – Las regiones chinas con menor disponibilidad de agua han alcanzado niveles de eficiencia en la gestión hídrica más altos que aquellas donde el recurso es relativamente abundante. Así lo documenta una investigación publicada en Scientific Reports que, por primera vez, integra la pobreza energética como variable exógena en el análisis de la sostenibilidad hídrica provincial entre 2016 y 2020.
Mediante un modelo dinámico de dos etapas, el estudio ha evaluado la eficiencia con la que se emplean los recursos hídricos en términos de producción económica y sostenibilidad ambiental. Los resultados son inequívocos: provincias como Ningxia, Qinghai o Beijing, ubicadas en áreas semiáridas o desérticas, presentan valores máximos de eficiencia, mientras que regiones como Guangxi, Anhui o Hubei, con mayor disponibilidad hídrica, exhiben niveles notablemente más bajos.
Esta paradoja, identificada por los autores como una forma de “maldición de los recursos”, responde a la menor presión estructural para conservar un recurso que se percibe como abundante. Por el contrario, allí donde el agua es escasa, las políticas restrictivas, el desarrollo de tecnologías de ahorro y una mayor concienciación institucional favorecen una gestión más eficaz y racional.
El estudio también constata un desequilibrio persistente entre la eficiencia productiva —esto es, el valor económico generado por unidad de agua utilizada— y la eficiencia en sostenibilidad, relacionada con la inversión en depuración y mejora ambiental. En la mayoría de las provincias, la primera supera con creces a la segunda, lo que apunta a una orientación estructural de las políticas hacia el desarrollo económico a corto plazo, en detrimento de la protección de los ecosistemas y de la calidad del agua.
Provincias como Jiangsu, Shandong o Shanxi muestran altos niveles de eficiencia en la fase de producción, pero cifras muy reducidas en el plano de la sostenibilidad. En cambio, otras como Qinghai o Ningxia logran un equilibrio destacable entre ambas dimensiones, lo que los autores atribuyen a una combinación de cambios estructurales en los modelos económicos, políticas ambientales exigentes y una gestión orientada al largo plazo.
La investigación pone de manifiesto, asimismo, notables diferencias regionales. En el este industrializado del país, la presión sobre el recurso hídrico es intensa y los costes energéticos asociados a su uso dificultan la mejora de la eficiencia técnica. En cambio, en regiones del oeste, menos densamente pobladas y con un marco normativo más riguroso en materia ambiental, se han registrado avances significativos tanto en la eficiencia productiva como en la sostenibilidad, impulsados por la adopción de tecnologías limpias y modelos de desarrollo menos intensivos.
Lejos de un enfoque uniforme, los autores abogan por una gestión hídrica diferenciada según las condiciones ecológicas, sociales y económicas de cada territorio. Las políticas exitosas en regiones áridas —como las que han hecho posible el pleno aprovechamiento del agua en Ningxia o Qinghai— podrían servir de referencia para reorientar la gobernanza hídrica en aquellas zonas donde la abundancia aparente se ha traducido en ineficiencia.
Fuente: Iagua, Martes 8 de Julio de 2025





