Viernes, Diciembre 5, 2025

Chile frente a la revolución tecnológica por Luciano Ahumada

BIOBÍO CHILE – Durante más de una década, la productividad en Chile ha mostrado un avance limitado, reflejando un problema estructural persistente. En este escenario, todos los programas presidenciales se apoyan en la misma promesa: la inteligencia artificial, la ciencia de datos y las tecnologías digitales serían una de las palancas para revertir el estancamiento, e incluso, para mejorar indicadores de seguridad. Pero cuando se revisa con cuidado, no todas las propuestas tienen la misma ambición ni claridad.

Evelyn Matthei

Matthei plantea una agenda bastante concreta: mejorar la infraestructura digital con fibra, 5G y centros de datos, lo que refuerza la dimensión de las telecomunicaciones como base de la competitividad.

A su juicio, sin redes modernas y robustas es imposible desplegar IA o digitalizar a las pymes. Junto a ello, propone una digitalización masiva de las pequeñas y medianas empresas y la recapacitación laboral a través de programas cortos y certificaciones modulares.

Es un plan pragmático que vincula la infraestructura con la adopción productiva.

José Antonio Kast

Kast enfatiza la modernización del Estado, la digitalización de trámites y la colaboración entre academia e industria en proyectos de I+D aplicada.

En su programa, las telecomunicaciones aparecen como parte de un impulso a la conectividad territorial: busca fortalecer la digitalización de municipios y gobiernos regionales, en un esfuerzo por reducir brechas territoriales y hacer más eficiente la gestión pública.

Su mirada pone el acento en que la infraestructura digital no solo es motor económico, sino también herramienta para descentralizar y acercar el Estado a las personas.

Jeannette Jara

Jara, en cambio, se queda a medio camino. Habla de diversificar hacia exportaciones de servicios digitales y de usar IA en ámbitos críticos como salud o puertos, pero no presenta un plan de despliegue de telecomunicaciones a la altura del desafío.

En un país donde las brechas de acceso y calidad de conectividad siguen marcando la diferencia entre quienes pueden participar de la economía digital y quienes quedan fuera, esa omisión es crítica.

La suya es una visión más reactiva que transformadora: se concentra en proteger a los trabajadores de los efectos de la automatización, pero no ofrece mecanismos claros para que las telecomunicaciones se conviertan en la infraestructura que habilite nuevas capacidades productivas.

En la práctica, sin un plan sólido de redes, data centers y conectividad, su promesa de servicios digitales queda en el aire.

Problema común

El problema común es evidente: la alfabetización digital está desperdigada en múltiples ministerios, sin un mando único ni objetivos claros.

Educación impulsa programas escolares, SENCE ofrece cursos para adultos, Subtel empuja proyectos de conectividad, MinCiencia coordina políticas de IA. Sin embargo, no hay una hoja de ruta cohesionada que conecte alfabetización, telecomunicaciones y productividad.

El resultado es fragmentación: cursos que no dialogan, infraestructuras que no se vinculan con programas de formación y presupuestos dispersos. Mientras tanto, millones de adultos carecen de competencias digitales básicas, lo que amenaza con convertir la IA en un factor de desigualdad más que en una palanca de productividad.

La salida no pasa por más diagnósticos, sino por gobernanza real. Chile necesita planificación, cohesión y coordinación interministerial para una transformación digital efectiva, con metas exigentes: recapacitar a cientos de miles de trabajadores, asegurar que al menos la mitad de las pymes adopten tecnologías digitales basadas en conectividad de calidad, y digitalizar los servicios públicos con estándares de tiempo, interoperabilidad y satisfacción ciudadana.

La alfabetización digital debe dejar de ser un programa accesorio y convertirse en política de Estado, articulada con el despliegue de telecomunicaciones y respaldada por certificaciones reconocidas y financiamiento ligado a resultados.

Matthei tiene la propuesta más articulada, porque conecta infraestructura de telecomunicaciones, pymes y formación de capital humano. Kast avanza en la modernización administrativa y en la digitalización territorial, aunque con menos detalle en la capacitación masiva. Jara, en cambio, parece resignarse a administrar los costos sociales de la tecnología sin abordar el pilar central: sin telecomunicaciones de calidad y sin metas claras de adopción, su promesa de productividad digital carece de sustento.

La productividad no se levanta con discursos ni con proteccionismo: se levanta con conectividad, coordinación y liderazgo. Y en esa ecuación, Jara es quien se queda más atrás.

Luciano Ahumada
Director Escuela de Informática y Telecomunicaciones UDP

Ver artículo

Fuente: Biobío Chile, Jueves 28 de Agosto de 2025

BIOBÍO CHILE – Durante más de una década, la productividad en Chile ha mostrado un avance limitado, reflejando un problema estructural persistente. En este escenario, todos los programas presidenciales se apoyan en la misma promesa: la inteligencia artificial, la ciencia de datos y las tecnologías digitales serían una de las palancas para revertir el estancamiento, e incluso, para mejorar indicadores de seguridad. Pero cuando se revisa con cuidado, no todas las propuestas tienen la misma ambición ni claridad.

Evelyn Matthei

Matthei plantea una agenda bastante concreta: mejorar la infraestructura digital con fibra, 5G y centros de datos, lo que refuerza la dimensión de las telecomunicaciones como base de la competitividad.

A su juicio, sin redes modernas y robustas es imposible desplegar IA o digitalizar a las pymes. Junto a ello, propone una digitalización masiva de las pequeñas y medianas empresas y la recapacitación laboral a través de programas cortos y certificaciones modulares.

Es un plan pragmático que vincula la infraestructura con la adopción productiva.

José Antonio Kast

Kast enfatiza la modernización del Estado, la digitalización de trámites y la colaboración entre academia e industria en proyectos de I+D aplicada.

En su programa, las telecomunicaciones aparecen como parte de un impulso a la conectividad territorial: busca fortalecer la digitalización de municipios y gobiernos regionales, en un esfuerzo por reducir brechas territoriales y hacer más eficiente la gestión pública.

Su mirada pone el acento en que la infraestructura digital no solo es motor económico, sino también herramienta para descentralizar y acercar el Estado a las personas.

Jeannette Jara

Jara, en cambio, se queda a medio camino. Habla de diversificar hacia exportaciones de servicios digitales y de usar IA en ámbitos críticos como salud o puertos, pero no presenta un plan de despliegue de telecomunicaciones a la altura del desafío.

En un país donde las brechas de acceso y calidad de conectividad siguen marcando la diferencia entre quienes pueden participar de la economía digital y quienes quedan fuera, esa omisión es crítica.

La suya es una visión más reactiva que transformadora: se concentra en proteger a los trabajadores de los efectos de la automatización, pero no ofrece mecanismos claros para que las telecomunicaciones se conviertan en la infraestructura que habilite nuevas capacidades productivas.

En la práctica, sin un plan sólido de redes, data centers y conectividad, su promesa de servicios digitales queda en el aire.

Problema común

El problema común es evidente: la alfabetización digital está desperdigada en múltiples ministerios, sin un mando único ni objetivos claros.

Educación impulsa programas escolares, SENCE ofrece cursos para adultos, Subtel empuja proyectos de conectividad, MinCiencia coordina políticas de IA. Sin embargo, no hay una hoja de ruta cohesionada que conecte alfabetización, telecomunicaciones y productividad.

El resultado es fragmentación: cursos que no dialogan, infraestructuras que no se vinculan con programas de formación y presupuestos dispersos. Mientras tanto, millones de adultos carecen de competencias digitales básicas, lo que amenaza con convertir la IA en un factor de desigualdad más que en una palanca de productividad.

La salida no pasa por más diagnósticos, sino por gobernanza real. Chile necesita planificación, cohesión y coordinación interministerial para una transformación digital efectiva, con metas exigentes: recapacitar a cientos de miles de trabajadores, asegurar que al menos la mitad de las pymes adopten tecnologías digitales basadas en conectividad de calidad, y digitalizar los servicios públicos con estándares de tiempo, interoperabilidad y satisfacción ciudadana.

La alfabetización digital debe dejar de ser un programa accesorio y convertirse en política de Estado, articulada con el despliegue de telecomunicaciones y respaldada por certificaciones reconocidas y financiamiento ligado a resultados.

Matthei tiene la propuesta más articulada, porque conecta infraestructura de telecomunicaciones, pymes y formación de capital humano. Kast avanza en la modernización administrativa y en la digitalización territorial, aunque con menos detalle en la capacitación masiva. Jara, en cambio, parece resignarse a administrar los costos sociales de la tecnología sin abordar el pilar central: sin telecomunicaciones de calidad y sin metas claras de adopción, su promesa de productividad digital carece de sustento.

La productividad no se levanta con discursos ni con proteccionismo: se levanta con conectividad, coordinación y liderazgo. Y en esa ecuación, Jara es quien se queda más atrás.

Luciano Ahumada
Director Escuela de Informática y Telecomunicaciones UDP

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Fuente: Biobío Chile, Jueves 28 de Agosto de 2025

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