EL MERCURIO – El Metro de Santiago está cumpliendo cincuenta años desde sus humildes comienzos en 1975. Entonces solo recorría un corto tramo entre La Moneda y San Pablo, y durante los dos primeros años apenas lo usaban unas 6 mil personas diarias, muchas por curiosidad. Solo cuando se extendió a la estación El Salvador, dos años más tarde, comenzó su uso masivo. Desde entonces, se ha transformado en el segundo mayor sistema de trenes urbanos de América Latina en términos de kilómetros de líneas, y el tercero en pasajeros transportados. En general, los santiaguinos sienten el metro como suyo. Por eso, los incendios durante el estallido fueron tan chocantes para la sociedad, y mostraron los extremos a que podían llegar quienes apoyaban ese movimiento.
El ferrocarril metropolitano sigue aumentando su extensión, con dos líneas (7 y 9) más una extensión (6) en construcción, y otra en calificación ambiental (8). El Gobierno anunció además futuras extensiones de las líneas 6 y 4A, sin olvidar la línea ligera LA al aeropuerto. Todo ello hará que el sistema esté más enmallado, facilitando los viajes entre distintas áreas de la ciudad sin tener que pasar por su zona central. Además, está integrado con trenes de cercanía desde Rancagua y Nos, y en el futuro, los de Melipilla y Batuco.
El transporte público santiaguino recibe subsidios importantes: casi 2/3 de sus ingresos (unos US$ 1.100 millones en 2024) provienen de ellos. Pero la mayor parte va al sistema de buses, que recibe el 63% de los ingresos totales. Es cierto que el Estado paga las inversiones de Metro, pero es una inversión socialmente rentable, por la reducción en la congestión y la contaminación, considerando que casi un 70% de los viajes en la red integrada de transporte público lo utiliza en parte de su recorrido.
Nuestro ferrocarril metropolitano no está exento de problemas, como los vendedores ambulantes y cantantes, así como las cada vez más frecuentes interrupciones del servicio, por dificultades de mantenimiento o por el ingreso de personas a la vía. Afortunadamente, se ha comenzado a atacar estas situaciones, con prohibiciones —si bien todavía no demasiado eficaces— a los vendedores y cantantes, y la progresiva instalación de puertas de andén.
Contrariamente a ciertas críticas, el desarrollo del metro no ha dejado al resto del país desamparado de proyectos de transporte urbano. De hecho, hay iniciativas para extender el sistema Limache-Puerto en Valparaíso hasta La Calera, y el Biotrén de Concepción, desde Coronel a Lota. Además, hay proyectos de trenes de cercanía en Llanquihue-Puerto Montt, y Curicó, Talca y Linares.
A diferencia de otros países, nuestro metro se ha caracterizado por cumplir los plazos y costos de sus proyectos. Ello, combinado con la construcción permanente de nuevas obras, ha desarrollado un capital humano que reduce los costos de estas, menores que en Europa o Norteamérica. Es así un excepcional ejemplo de empresa estatal eficiente. Su medio siglo ofrece un motivo para que los santiaguinos estén orgullosos de su ciudad.
Fuente: El Mercurio, Lunes 22 de Septiembre de 2025





