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En relación al Transantiago, la discusión se centró
en la importancia de la infraestructura para el
buen funcionamiento del sistema. Las deficiencias
que presenta actualmente han derivado en una
sostenida disminución de la velocidad de los
buses, que no supera los 16 km/h, lejos de los 30
km/h que alcanza el Metro. Además, en la medida
que la gente abandona el uso de buses, el Estado
incurre en el costo de las garantías de pasajeros
que deben ser pagadas a las empresas del rubro.
Considerando este problema es que parece
razonable invertir en los corredores segregados ya
que, aun cuando el Metro es un medio más rápido
de transporte, son los buses los que cuentan con
una mejor cobertura y absorben el 65% de los
viajes. En el mismo sentido, y como una manera de
combatir la congestión, se planteó la necesidad
de reponer la conversación sobre la tarificación
vial, en la medida que se cuente con un sistema de
transporte que desincentive el uso del automóvil.
Desde el punto de vista regional, se destacó la
importancia de la planificación y la infraestructura
para transporte. La mayor inquietud de los
asistentes en este aspecto es que los “fondos
espejo” del Transantiago se gasten efectivamente
en planificar y desarrollar sistemas de transporte
público para enfrentar los problemas que ya
sufren ciudades como Concepción, Antofagasta,
Viña y Valparaíso.
También se debatió sobre la relación entre
la planificación urbana y el transporte. Los
planos reguladores de las distintas comunas no
consideran adecuadamente la provisión de
servicios, obligando a las personas a trasladarse
hacia el centro de las ciudades. Desde luego, esto
recarga los sistemas de transporte.
Asimismo, a la hora de aprobar los grandes
desarrollos urbanos en las periferias, no se
consideran sus externalidades negativas, entre ellas
las necesidades de transporte. En este sentido, el
proyecto de ley de Aporte al Espacio Urbano, puede
ayudar a que los grandes desarrollos inmobiliarios se
hagan cargo de algunos aspectos que influyen en la
calidad de vida de sus habitantes, más allá del puro
proyecto inmobiliario.
”
“
La infraestructura de
transporte debe proporcionar
recursos que contribuyan a
mejorar la calidad de vida de
las personas.
También fue examinado el vínculo entre sistema de
transporte y calidad de vida. Se analizó la necesidad
de agregar diseño urbano al entorno de los lugares
de soporte del transporte público, por ejemplo, en
el inhóspito corredor Santa Rosa, para acoger a los
usuarios del sistema, seguridad y comodidad.
Asimismo, se propuso buscar formas para que el
Estado se beneficie de parte del aumento en los
valores del suelo, producido en el entorno por
inversiones públicas, como las estaciones del Metro.
Los asistentes concluyeron que un tema central para
mejorar el transporte público es retomar la senda
de las inversiones. Hubo consenso en que, dados
los grandes desafíos que se ha impuesto el país en
educación, salud y energía —con la consecuente
demanda de recursos fiscales—, la mejor manera
de aumentar el volumen de recursos disponibles,
es sumar inversión privada en infraestructura de
transporte, como corredores exclusivos, trenes de
cercanía, zonas pagas, etc.