EL MUNDO – Uno de los mayores retos a los que se enfrenta hoy cualquier país es garantizar la seguridad en sus carreteras y descender la siniestralidad en estas vías. Con este fin, en España se han establecido una serie de medidas, como el carné de conducir por puntos, numerosas campañas de concienciación o la reducción de los límites de velocidad, por ejemplo. Muchos de estos esfuerzos están enfocados a mejorar los hábitos y la actitud de los conductores, pero tan importante es conseguir que esto se cumpla como enfrentar otras causas de accidente que no están tan vinculadas al factor humano.
Este dinero se invertiría, por ejemplo, en el diseño de carreteras con márgenes más seguros, ya que expone que el 40% de los accidentes en estas vías nacen de una salida de la misma; o la creación de carreteras 2+1 en las rutas interurbanas. En ellas, tal y como las define la DGT, dos carriles independientes permanecen separados por una mediana, que se va adentrando en una u otra vía, de forma alterna, para dejar un segundo carril en uno de los sentidos en el que se pueda adelantar.
Datos de SEOPAN aseguran que, de 2009 a 2017, la inversión del conjunto de administraciones en regeneración y en construcción de nuevas carreteras cayó un 33% y 77%, respectivamente. Todo ello en un contexto en el que, a nivel global, más del 50% de las infraestructuras españolas tendrá más de 20 años en 2030. Los expertos insisten en la importancia de invertir en construir, mantener, revisar y dar mayor eficacia a las infraestructuras y, además, hacerlo de manera inteligente. Porque invertir en carreteras es invertir en sostenibilidad, desarrollo y seguridad, pero también hay que valorar que reducirá, a largo plazo, la siniestralidad y la pérdida de vidas humanas.
En 2020, SEOPAN calculó que era necesario invertir 157.000 millones de euros en infraestructuras durante los próximos diez años para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) marcados por Naciones Unidas y a los que España se ha comprometido. También apuntan que esa inversión servirá como palanca de reactivación de la economía, ya que podría llegar a generar 144.870 millones de euros de actividad económica inducida y más de 2.360.000 nuevos empleos. Este dinero tendría que destinarse, según la Asociación de Empresas Constructoras y Concesionarias de Infraestructuras, a diversas áreas prioritarias como la movilidad, el bienestar ciudadano y el desarrollo sostenible. Más concretamente, calculan que habría que destinar 30.776 millones de euros a ampliar la infraestructura de transporte público y 27.034 millones a mejorar la movilidad en vías urbanas e interurbanas, por ejemplo.
Los ODS proponen modernizar, de aquí a 2030, las infraestructuras, animan a elegir recursos con mayor eficiencia y promueven la adopción de tecnologías y procesos limpios y ambientalmente racionales. Así, actualmente, se están empezando a implantar proyectos que van desde pavimentos para vías urbanas que absorben los gases tóxicos emitidos por la circulación, hasta el desarrollo de nuevos materiales para la ejecutar los firmes, el uso de materiales reciclados o el diseño de las autopistas del futuro.
En su afán por sumar en el camino hasta alcanzar estos objetivos, Abertis, líder mundial en gestión de autopistas, y su Fundación llevan años trabajando en el programa Cátedras Abertis. Se trata de una red internacional de cátedras de investigación centradas en la gestión de infraestructuras de transporte y la seguridad vial y otorga a las mejores un premio con el que la compañía comparte nombre. Desde 2003, el grupo ha entregado estos reconocimientos en España, Francia, Puerto Rico, Brasil y Chile y las cátedras están, en este momento, en desarrollo en Italia y México. Hasta 2020, 750 candidatos han participado en el proyecto.
El objetivo final de esta red no es otro que estimular, generar y divulgar nuevos conocimientos e innovaciones en lo relativo al sector, además de contribuir a desarrollar mejores prácticas para alcanzar una gestión más eficaz y eficiente de las infraestructuras viarias. En definitiva, estudiar, diseñar, construir, operar y mejorar estas infraestructuras durante toda su vida útil, generando el mínimo impacto ambiental y el máximo retorno social y económico, a la vez que se contribuye a mejorar la calidad de vida y la seguridad de las personas.
Fuente: El Mundo, Jueves 25 de Febrero de 2021